Considera que viene lo más duro del chavismo, la instalación de un Gobierno de minoría, encerrado en sí mismo, y una represión brutal (selectiva en principio, pero si es necesario, indiscriminada) y también el desconocimiento absoluto de la Asamblea Nacional, el abandono de los procesos electorales, y muchísima tensión en los próximos días, porque así lo han decidido El Aissami, su ¿jefe? Nicolás Maduro y sobre todo, Diosdado Cabello.
La opinión de el periodista es que para El Aissami, Nicolás Maduro y sobre todo, Diosdado Cabello perder el poder es ir presos. En el caso de Maduro, sus múltiples violaciones a la Constitución le auguran, sin duda, el destino de Alberto Fujimori, pero sin nada del apoyo popular que el peruano aún conserva. En el caso del vicepresidente y el nominalmente diputado, la celda, sin duda, puede estar ubicada dentro o fuera del país.
Así que buscarán retener el poder cuanto más puedan, cosa que es difícil considerando que en el medio está una crisis económica y social brutal, y que el ambiente en las Fuerzas Armadas es cuando menos tumultuoso, según se afirma. Pero por ahora, gobierna el Ejército, o por lo menos la cúpula de este.
Aquí, las nueve claves de lo que, para Pedro García Otero, viene a partir de ahora en Venezuela:
1. Un autogolpe
El desconocimiento de Nicolás Maduro, con apoyo del Tribunal Supremo elegido a la medida, y a la carrera, en diciembre de 2015, es ya absoluto. El mandatario no está sometido a ningún poder, y aunque no puede dictar leyes, aplica la arquitectura dictatorial, establecida entre los años 2005 y 2010 por Hugo Chávez, a través de sucesivas habilitantes, a su arbitrio. Desde el pasado lunes, cuando la Asamblea Nacional declaró el abandono de su cargo, además, es un gobernante cuestionado, dentro (y fuera) de Venezuela, muy a pesar de lo que él pueda señalar. De hecho, la Asamblea puede decir que cualquier contrato que se firme con la República podrá ser desconocido en el futuro, algo que hará que más de un inversionista se lo piense a la hora de comprar un bono venezolano o de firmar algún convenimiento con el país.
2. Represión: intensa y sin tapujos
La detención de Gilber Caro, del concejal de Maracaibo Jorge Luis González y la de Raúl Baduel (quien quedó preso al presentarse ante el juez que lleva la causa por la que quedaría libre en marzo) indican lo que se esperaba: El Aissami (quien además preside el “Comando Nacional Antigolpe”) será el encargado de la represión, el Lavrenti Beria del Stalin que pretende ser Maduro (y con quien se compara frecuentemente, una comparación que sin duda le queda, por ahora, grande, incluso en crueldad).
A Caro, por ejemplo, no lo imputa ni siquiera un tribunal civil, sino uno militar, en desconocimiento no solo de su inmunidad parlamentaria, sino de la Constitución, que establece en su artículo 49 que toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces naturales (en el caso del diputado, un civil), sino que, además, señala en su artículo 200 que:
“De los presuntos delitos que cometan los y las integrantes de la Asamblea Nacional conocerá en forma privativa el Tribunal Supremo de Justicia, única autoridad que podrá ordenar, previa autorización de la Asamblea Nacional, su detención y continuar su enjuiciamiento. En caso de delito flagrante cometido por un parlamentario o parlamentaria, la autoridad competente lo o la pondrá bajo custodia en su residencia y comunicará inmediatamente el hecho al Tribunal Supremo de Justicia”.
El expediente de “traición a la Patria”, como en el caso de Baduel, y el de los ejecutivos de Credicard imputados en diciembre, se usará cada vez con mayor frecuencia, consolidando la Doctrina de Seguridad Nacional como referente para todas las decisiones del Gobierno. Curiosamente, este expediente lo usaron las dictaduras del Cono Sur en la década de los 70, lo que muestra la muy delgada línea que separa el fascismo (Nacional-Socialismo) del comunismo (Internacional-Socialismo).
3. La disolución de la Asamblea Nacional
La detención de Caro, por supuesto, es solo la punta del iceberg del desconocimiento absoluto de la Asamblea. Como dijimos anteriormente, Maduro sabe que se las ha jugado todas, y que le espera, sin duda, una celda en Venezuela cuando abandone Miraflores. Pero si disuelve completamente la Asamblea Nacional, esa celda la tendrá aún más segura, y por más años. Aún no se atreve a dar el paso, pero ya ha vaciado de contenido el Parlamento venezolano, salvo en su carácter de tribuna política; ya no puede legislar ni controlar al Ejecutivo, que son sus otras dos funciones.
El TSJ generará decisiones cada vez más cuestionables e inverosímiles para mantener al Parlamento en desacato, e impedirle que tenga los dos tercios de diputados que son la súper mayoría con que la Asamblea puede llamar a referendos, destituir a los propios magistrados del TSJ y llamar a una Asamblea Constituyente que acabaría con el mandato de Maduro. Pero se rumora, además, que durante la emisión del “Carnet de la Patria”, que Maduro pretende se haga el fin de semana del 22 de enero, se obligará a los que pidan dicho carnet (que servirá a aquellos que quieran participar en los programas sociales, un nuevo mecanismo de discriminación política) que suscriban una planilla en la que se pide la disolución de la Asamblea Nacional. Así, por supuesto, se cubrirá con un supuesto y mal disimulado barniz “popular” lo que a todas luces sería una decisión dictatorial.
4. Una Asamblea Nacional más recia
Maduro presentó su Memoria y no ante el Tribunal Supremo y no ante la Asamblea. Más allá de que esto sea claramente violatorio de la Constitución (que en ninguna parte prevé este movimiento), y coloca al Supremo en la condición de ser juez y parte, violando un principio elemental del derecho, la Asamblea Nacional no podía aceptar que Maduro acudiera a presentar su mensaje anual ante un Parlamento que lo ha declararado cesado en su cargo.
La Asamblea debe también declarar nula la designación de los magistrados del TSJ por el anterior Parlamento (algo que también está en sus funciones), y con sus 112 diputados, convocar a un referendo, como está en su potestad de hacerlo, sobre la continuidad de Maduro como gobernante, además de nombrar nuevos rectores del Consejo Electoral. Es decir, solo le queda arrecia el paso y confiar en la calle para que la apoye.
5. Un diálogo muerto
La reunión pautada para el 13 de enero no se realizó al ser considerada por la MUD, como contraproducente porque el gobierno no cumplió con los acuerdos. Aunque ya, aparentemente, el partido Avanzada Progresista, del gobernador de Lara Henri Falcón, ha anunciado que acudiría a un eventual diálogo. opositora,
La decisión de Falcón, aunque grave para la Unidad, parece responder a sus propios cálculos políticos, que sorprendentemente, lo colocan hoy como uno de los políticos más populares del país, lo que está en línea con una parte también muy importante de los venezolanos que mantiene la necesidad de que el diálogo exista.
Es decir, cada día más, la oposición parece escindirse entre los que piensan que hay que mantener al Gobierno por el a su pesar y casi a cualquier costo y los que señalan, como Voluntad Popular, que hay que forzar las condiciones para que abandone el poder.
La ausencia de diálogo hará que Maduro tenga las manos libres para reprimir sin cortapisas, aunque tema a las consecuencias internacionales de quitarse totalmente su máscara pseudodemocrática.
6. La ilegitimación de todos los partido, así como la creación de la “oposición conveniente”
No es de extrañar que toda esta ola de detenciones, además de buscar crear terror, también intenta lo que en febrero se mostrará con toda su crudeza: la de declarar ilegal a toda la oposición, salvo la “conveniente”, entre quienes podrían estar el propio Falcón y un ala de Un Nuevo Tiempo, el partido del recientemente liberado Manuel Rosales.
Tampoco es de extrañar que el comienzo de la ola represiva haya coincidido con la presencia de Maduro en Nicaragua: lo hecho por Daniel Ortega en ese país es el modelo de lo que pretende hacer el mandatario venezolano, es decir, ilegalizar, con ayuda del Consejo Electoral y de los tribunales a la oposición política, hacerse una a la medida y luego realizar unas elecciones totalmente amañadas.
De hecho, y a pesar de las advertencias en contrario de incluso el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el Gobierno de Maduro acaricia la idea de inhabilitar administrativamente a Henrique Capriles por contratos hechos en la Gobernación de Miranda… ¡Durante la “administración” de Diosdado Cabello! Es, cuando menos, insólito.
7. Vendrán extraños movimientos militares. No hay calma en las Fuerzas Armadas
La detención de Baduel, por más rebuscada que parezca, puede alborotar aún más el revuelo que a lo interno existe en la Fuerza Armada Venezuela, que desde el exterior da una imagen de calma que no se compagina con lo que algunas fuentes señalan existe dentro de ella. Baduel, aún tras diez años de retiro y cárcel, permanece con liderazgo en el Ejército.
Además, está la condena a los implicados en el supuesto “golpe azul” (de oficiales de la Aviación) en 2015. En todo caso, lo que suceda entre los castrenses puede conocerse en los próximos meses, cuando el descontento popular crezca, el régimen se haga cada vez más despótico, y la situación del país empeore.
8. La calle se calentará
El 23 de enero el país se sorprenderá de la convocatoria de la oposición, y vendrán protestas muy profundas. Que sean coordinadas políticamente o de contenido social será irrelevante, porque la frase más escuchada es “esto no se aguanta más”. En un clima político que tiende a enrarecerse, con una situación social explosiva y además, una economía que empeora, ¿cuánto podrá sostenerse Maduro, aún si las bayonetas lo sostienen? Es una respuesta que no existe en este momento, pero está claro que más y más gente se deslindará del mandatario en los próximos meses. Tan claro lo tiene que se ha atrincherado con sus radicales y se preparan para la resistencia final.
9. Internacionalmente se arma un frente firme contra Maduro
No cabe duda de que hoy, como en Venezuela, en la región y el mundo los que adversan al chavismo son abrumadora mayoría. La suspensión del diálogo hará que finalmente se active la Carta Democrática Interamericana contra el mandatario, y probablemente, también la del Mercosur, al tiempo que más países, especialmente los que antes eran grandes aliados, como Brasil, o incluso Ecuador, comenzarán a mirar para otro lado.
El fiel de la balanza, sin embargo, parece ser Estados Unidos. Ya causó resquemores en Venezuela la actitud de Barack Obama con respecto al país en los meses finales de su mandato, y aún más incierto es lo que pueda hacer Donald Trump, quien parece estar teniendo demasiadas carantoñas con Vladimir Putin, que podrían llevar a una suerte de reparto geoestratégico en el que Venezuela es solo un desechable peón. ¿De qué lado estará? Aún no se sabe, considerando que sus asesores para América Latina serán cubanos…