Carlos Alberto Montaner
Maduro y el chavismo caerán, pero no por su propio peso, sino por el esfuerzo de sus adversarios. El síntoma inequívoco está en esos millares de jóvenes venezolanos dispuestos a enfrentar a las fuerzas represivas. Los venezolanos menores de 25 años no conocen otro régimen que el confuso guirigay chavista. Si persisten, acabarán por triunfar, como sucedió en Ucrania.
Los estados totalitarios tienen un tiempo crítico de gestación. Las revoluciones no se pueden hacer en cámara lenta y el manicomio venezolano fue inaugurado en 1999, hace 18 años. Las ingenuas ilusiones de aquel instante fueron progresivamente aplastadas bajo el peso de una nefasta experiencia gerencial que ha destruido al país trenzada con la corrupción, el narcotráfico y la idiotez.
El tiempo es un factor crítico. Cuando las revoluciones comienzan cuentan con muchos adeptos y con la curiosa expectativa del conjunto de la población, pero los caudillos totalitarios saben que deben actuar rápidamente porque la luna de miel será corta. Lenin tomó el poder en octubre de 1917 y antes de los dos años ya había echado el cerrojo. A Fidel Castro sólo le tomó 18 meses apoderarse de todos los medios de comunicación, de la enseñanza privada y de las grandes y medianas empresas.
Probablemente Hugo Chávez tuvo que someterse a otro calendario por la forma en que tomó el poder y porque hizo redactar una Constitución garantista con bastantes elementos de la democracia liberal. Enterró un texto “moribundo”, pero parió otro que hablaba de separación de poderes y de libertades, y que dejaba la puerta abierta a la insurrección en caso de que la estructura republicana estuviera en peligro.
¿Cómo se sostiene Nicolás Maduro pese al manifiesto rechazo popular al régimen?