Más de 150.000 abandonaron el país durante el último año, la cifra más alta en una década; crecen los cruces en botes a las islas caribeñas de Curaçao y Aruba.
No bien avistaron la oscura silueta de la costa, el traficante los obligó a tirarse al agua. Roymar Bello empezó a gritar. Junto a otros 17 pasajeros, la mujer se había trepado a un viejo bote pesquero sobrecargado de gente con la esperanza de escapar del hundimiento económico de Venezuela y encontrar una nueva vida en la isla caribeña de Curaçao.
Por miedo a las autoridades, el traficante se negó a tocar tierra. Bello dijo que les ordenaron tirarse al agua y señalaron con el dedo en dirección a la costa. En medio de la oscuridad que precede al alba, la mujer cayó por la borda, presa del pánico. Pero Bello no sabía nadar.