Meses de represión, más de una treintena de muertos y escenas cuasi bélicas en las calles. Es la Venezuela de un Nicolás Maduro más cuestionado que nunca tanto dentro como fuera de sus fronteras. Es la lucha de un pueblo que busca la libertad y es, quizá, el último y más doloroso paso antes de un país que recupere la democracia.
¿Quién está detrás de las marchas populares? ¿Qué ocurre, de verdad, en las instituciones controladas por el régimen de Maduro? ¿Cuál es el presente y, sobre todo, el futuro de Venezuela?
Lo analizamos con el dirigente de Voluntad Popular Cristofer Correia, director de Comunicación Ciudadana en la Asamblea Nacional, de paso por España para asistir, entre otros actos, a la condena parlamentaria al Gobierno de Nicolás Maduro mediante una Proposición no de Ley presentada por el Partido Popular.
En la Venezuela de Maduro
Es, explica Correia a La Gaceta, un país informado, sobre todo, a través de las redes sociales. «Los medios de comunicación están controlados por el Gobierno o autocensurados». «Los números sobre víctimas de los que hablamos ya se quedan antiguos, son de actualización diaria y los de ayer no puede estar cien por ciento seguro», dice al referirse a las últimas noticias sobre una joven estudiante de Medicina atropellada por un vehículo de la Administración Maduro. «Parece que todavía está viva, aunque perdió buena parte de la masa encefálica».
La pregunta es inevitable: ¿Cómo es posible que, día tras día, las calles se llenen de gente dispuesta a jugarse todo, hasta la vida? «Es impresionante lo que se siente, la vocación de la gente ante la represión», cuenta Correia, que relata cómo para disolver una manifestación «la policía tiene que estar un buen rato ,a pesar de que son represiones muy agresivas». Represiones, por cierto, condenadas por el mundo entero, desde la Organización de Estados Americanos hasta el Congreso de España y la Unión Europea. «Una cosa es que tú trates de controlar el orden público a través de mecanismos formales y otra es que asesinen a gente, que arresten a 150 personas al día. Y es importante entender el porqué de la gente de estar de esta forma en las calles».
Intentemos entender ese porqué: «Es donde se les brinda un mecanismo para lograr un cambio político que luego se traduzca en un cambio social y económico, porque la situación es realmente crítica, la gente siente que no tiene nada que perder».
¿Ni la vida? «La vida ya la estás perdiendo. En Venezuela uno de los problemas más importantes era la inseguridad y ahora ocupa la cuarta posición. No porque haya mejorado -hay más asesinatos cada año, 28.000 el año pasado, desde que llegó el Gobierno chavista al poder- sino porque ahora no hay medicinas, no hay comida… Es una situación económica dramática, con un índice de pobreza que supera el 70%, una crisis humanitaria, se ha perdido el derecho al voto…».
Y es esa Venezuela, en la que el Gobierno de Maduro no convoca elecciones a pesar de haberse cumplido los plazos legales para ello, la que sale a la calle en busca de la libertad. El pueblo en la calle… y también los políticos de la oposición, que no pueden hacer su trabajo en las instituciones. Explica Correia que ese Golpe de Estado del que se habla en los medios desde el pasado marzo, cuando el Tribunal Supremo de Justicia inhabilitó a la Asamblea (Parlamento) por desacato, ha sido, en realidad, un golpe mucho más largo, un golpe de estado progresivo. «Ya las elecciones de 2013 (en las que ganó Nicolás Maduro) no fueron legítimas -desde por ventajismo electoral hasta por fraude el día de la elección- pero no tuvimos capacidad técnica de probarlo. Pero, en las legislativas, gana la oposición y en ese mes que queda desde que se eligen los diputados hasta que asumen el cargo, se nombran de manera exprés e inconstitucional e ilegal a los magistrados del TSJ (el mismo que posteriormente ha inhabilitado a la Asamblea)». Fueron dos sesiones distintas separadas sólo por quince minutos, con magistrados votando por sí mismos… «El Consejo Electoral dijo que el proceso no había sido legal y nos quitaron tres diputados».
Eso en 2015; en 2016 la cosa no mejora: «No nos dejaron aplicar las leyes; excusas legales, las leyes no avanzan, nos declaran en desacato, detienen al diputado Gilbert Cárdenas». Ese es, explica Correia, el bloqueo político. Luego llega la violación operativa:
«Los diputados no cobran sueldo desde junio de 2015 por decisión del Gobierno de Maduro. Se ha recortado el horario de trabajo de 8.30 a 13.00 horas y nadie quiere arreglar el aire acondicionado del edificio. No hay agua potable. No hay folios…»
¿No hay folios?
«No. Para conseguir unos folios blancos tienes que pedir a un amigo que te los done. Si viene a tu mesa un director de área a pedir hojas, se las das, pero le dices que las use bien, le das quince hojas contadas… es un golpe operativo».
Esa Venezuela, la que pide folios, medicinas, la que contempla muertes en el hospital por falta de antibióticos, la que pide la apertura de un canal de ayuda humanitario… fue un día un país boyante. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Lo cuenta Cristofer Correia: «Con Chavez llega el modelo económico estatista, la expropiación del sector privado, quitar el espacio del mercado… Al principio fue bien por el elevado precio del petróleo, que servía para importar y producir comidas y medicinas.. pero cuando los precios caen a la mitad, la capacidad de compra cae a la mitad». Y de ahí, a Maduro.
La estrategia de la oposición
Con esta situación, la oposición política -hoy unida ante la represión de Maduro- decide salir a la calle. «Resistir en la calle hasta que el Gobierno de Maduro caiga», resume Correia. Es la lucha pacífica – «no creemos en la violencia, y aún si creyéramos en ella perderíamos, porque vamos contra la fuerza del Estado y los grupos paramilitares»; es utilizar la resistencia pacífica para generar la transición de la dictadura a la democracia.
Una lucha que coloca a los soldados de Maduro en una difícil situación: salir a las calles a reprimir a hombres y mujeres que podrían ser sus abuelos. Comienza, entonces, la demolición de la legitimidad de Maduro: «No es fácil para un soldado de 20 años disparar un perdigón contra alguien que puede ser su abuelo. Se consigue así el quiebre moral de los actores. Ya hay 85 guardias nacionales detenidos por no querer llevar a cabo la represión. Esos militares llegan a su casa y tienen familia, y besan a sus hijos… Es cierto que existe gente genuinamente mala, pero la gran mayoría no son malos», señala Correia.
Se busca, en resumen, quitar la legitimidad del poder al sistema.
Muerte en las calles
Pero esa lucha en la calle ya ha costado muchas vidas. Vidas que no entran en ningún cálculo ni estrategia política, como subraya Correia: «Para nosotros el asesinato es lo peor de todo y pedimos, por favor, que no haya ninguno más». «Si hablamos de responsabilidad, nosotros la tenemos con aquellas personas que dieron la vida; la responsabilidad nos obliga a no echarnos para atrás, porque sería deshonrar a quienes han muerto y se han sacrificado por el futuro del país». Como Cristofer Correia, son muchos los jóvenes que salen a la calle -a la primera línea de la manifestación, la más peligrosa- sabiendo que puede ser lo último que hagan. «La media de edad de los muertos es de 26 años y esas muertes son responsabilidad exclusiva de quien les ha quitado la vida: el Gobierno». Salen y se enfrentan a los tanques y a los gases. «Es una sensación imposible de describir si no se vive. Si estás en el humo blanco, estás al borde de la asfixia. Es terrible. Pero aún estando lejos se siente también: una sensación de asfixia, de picor, escupes…». Una idea de lo que se siente la da el hecho de que en la marcha del pasado 19 de abril, cuando el Gobierno de Maduro lanzó gas a los manifestantes, muchos se lanzaron al río Guaire. «Un río al que nadie se acercaría siquiera porque es un río que recibe aguas fecales -18.000 litros de agua de cloaca por segundo-. Es la cloaca de Caracas, y la desesperación fue tanta que la gente se lanzó al río porque sentía que se iba a morir. Eso es el gas lacrimógeno».
El futuro de Venezuela
«La semana que viene, y la otra, y la siguiente, es seguir con la misma estrategia», señala Correia preguntado por el futuro inmediato de su país. «Todos los días. Es el único mecanismo cuando no hay otra opción. Si hubiera elecciones, iríamos a ellas y arrasaríamos, con un porcentaje de 80-20», confía el dirigente de Voluntad Popular. Se busca una presión internacional, hacer reflexionar a aquellos actores que sostienen el poder a la dictadura para que haya un desenlace positivo. A saber, el «respeto a la Constitución y a la Asamblea Nacional; la convocatoria de elecciones; la apertura de un canal humanitario; la liberación de los presos políticos y también sanciones para las personas que dieron el golpe de Estado, porque eso no puede quedar impune».
Convencida de que no falta mucho para ese cambio político-social en Venezuela -«el sistema está en su punto más débil; no tiene respaldo internacional, no tiene dinero, no tiene siquiera a todos los suyos»- la oposición está fuertemente decidida. «Nuestra opción es tener una salida electoral en 2017. La crisis es demasiado grave como para darle un año y medio más y, ahora que estamos ganando esta lucha, no podemos permitir que el Gobierno se acomode».