Manuel Malaver
La lógica de los totalitarismos parece cosa de imbéciles, pero si se analiza de acuerdo a los propósitos perversos que se propone, no es tan imbécil.
Así, por ejemplo ¿qué busca Maduro con sostener que el 1Sep sucedió un golpe de estado que no sucedió y que, en consecuencia, todos los implicados que no actuaron van presos?
Pues algo muy importante para todo dictador que se respete, como es sembrar el miedo, desatar el terror y advertir a todos los que piensen en golpes parecidos, que aunque no los ejecuten, su destino es la cárcel.
De modo que, en última instancia, los desatinos de Maduro se dirigen no “al actuar” sino “al pensar”, que es un campo más fértil para los sabuesos del pensamiento que trabajan a sueldo para Maduro.
Porque, una cosa es tener indicios de una conspiración y salir a la calle a investigarla, y otra es recibir una orden del propio Maduro en más o menos estos términos: “Señores, anoche soñé que Henry Ramos, Julio Borges y Henrique Capriles están pensando en una conspiración, por lo tanto, hay que atribuirles una, denunciarlos, enjuiciarlos y sentenciarlos para que respeten el gobierno legítimamente constituido”
Y al otro día verá usted a los generales González, Reverol o Benavides, muy orondos y con una cara de cínicos más grande que su sinverguenzura, afirmando que hubo un golpe que no se dio, pero estaba en el pensamiento de sus no ejecutores.
Y si no hay generales, porque ser general y honesto no es una rareza en este país, por ahí anda suelto un tal Freddy Bernal, un expolicía a quien los años le caen, no para para agregarle canas, sino más delitos en su largo prontuario.
Porque mentir es un delito en toda sociedad medianamente civilizada, a menos que fabricar mentiras sea la única actividad rentable en semejante engendro.
Un extraño mundo donde se condenan ciudadanos por delitos que no cometieron ni pensaron, pero que el gobierno les atribuye quizá para demostrarse que hace algo.