Como la mayoría de los venezolanos, el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, debe haber visto con desencanto desde su “casa cárcel”, cómo el año que se pensó sería el último de la dictadura madurista, terminó con la oposición democrática deteriorada, con síntomas de fisuras y torpe en retomar la ruta que abandonó hace mes y medio siguiendo el fantasma del diálogo.
Y con la sinceridad y coraje que lo caracteriza salió a decirlo ayer, por las redes, revelando la preocupación que lo embarga, pero también llamando a la MUD a que despierte, a que se rebele, y sin complejos salga a unirse al pueblo que, como nunca, sufre los embates de la dictadura.
Pero que no dudará en acompañar a sus líderes, siempre y cuando sepan rectificar y no duden en entender que, solo en el combate permanente, en aquel que es consecuencia del conocimiento de un gobierno como el de Maduro, se puede triunfar y seguir adelante.
Ledezma es ducho en esta clase de luchas, pues su historia es la de un líder que jamás retrocedió ante la adversidad política y siempre fue el primero en tomar la bandera cuando golpes de estado y derrotas electorales, recomendaron a otros retirarse, o continuar en la política pero viendo los toros desde la barrera.
Ledezma, por el contrario, apoyo le rebelión estudiantil de febrero del 2014, no dudó en arriesgar su cargo porque se le respetaran los derechos humanos a los manifestantes y detenidos y después pidió castigo para los responsables de haber torturado y matado seres humanos.
Por eso, un día pagó cárcel, primero en Ramo Verde y después en su casa de habitación, pero sin abandonar la lucha y negándose a recibir una libertad “negociada” que ignore el destino de los demás detenidos.
Hoy, con toda justicia, irrumpe contra el liderazgo recodado en la MUD, contra el mismo que interrumpió la agenda de calle para dialogar con Maduro e insiste en pedirle que vuelva a la calle y se una al pueblo para salvar a Venezuela y derrotar al dictador.
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