Hacia el comunismo del siglo XXI
LA REVOLUCION BOLIVARIANA AL DESCUBIERTO
Asdrúbal Aguiar
“En esta Nueva Etapa el que está conmigo, está conmigo, el que no está conmigo está contra mi”. Hugo Chávez Frías, 12 de noviembre de 2004.
I
El 12 y 13 de noviembre de 2004 se realizó, en Fuerte Tiuna, sede de la Fuerza Armada venezolana, un Taller de Alto Nivel organizado y dirigido personalmente por el Teniente Coronel (Ejército) Hugo Chávez Frías, Presidente de la República, con el objeto de producir “los diez grandes objetivos estratégicos” que marcarán, en su criterio, La Nueva Etapa de la Revolución Bolivariana: guía de navegación para los años 2005 y 2006, cuando concluirá, formalmente, el período constitucional en curso.
Dos documentos fundamentales, en efecto, contienen el diseño y explican los objetivos específicos y las herramientas de esa suerte de “Nuevo Mapa Estratégico”, como igualmente se le llama al trabajo de reflexión y a la suma de las decisiones adoptadas en tal circunstancia: Uno es el discurso de presentación del propio mandatario, y otro es el documento publicado el 17 de noviembre siguiente que, según se revela en su encabezamiento, “contiene los objetivos estratégicos definidos” por el mismo Chávez. Y su inspiración, como éste lo revela ahora y sin reservas, no es otra que el ideario que fuera causa y “producto de un hecho histórico y de una planificación estratégica”: los golpes de Estado “del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992”; ideario acerca del cual sólo se planteó un dilema todavía no cerrado, es decir, imponerlo “por la vía pacífica o la vía armada”.
Reingeniería constitucional para el Estado totalizante y personalista
La lectura concordada de ambos documentos no deja espacio para las interpretaciones menudas, dado que, sin ambages, ellos descubren y muestran el rostro auténtico – hasta ahora oculto o sinuoso – de la revolución “chavista” y plantean una suerte de “reingeniería” constitucional fáctica para la Venezuela Bolivariana o, cuando menos, señalan los alcances interpretativos que, en lo sucesivo, habrán de tener las reglas de la Constitución de 1999.
Tanto es así que dichos papeles oficiales, originados y soportados en el control que desde ya ejerce el gobernante venezolano sobre la totalidad de los poderes públicos constituidos, se permiten, sin una nueva apelación al Poder Constituyente, disponer medidas para la “conformación de la nueva estructura social” de Venezuela, “la construcción del nuevo modelo democrático de participación popular”, la “creación de la nueva institucionalidad del aparato del Estado” y del “nuevo sistema económico”, entre otros objetivos.
Si bien, en lo nominal, se trata de un arbitrio presidencial o de Gobierno, La Nueva Etapa se toma la licencia de adoptar medidas para la reorganización institucional y operativa de los otros poderes: el Sistema de Justicia, la Contraloría General de la República, el Ministerio Público, así como para el rediseño de “la estructura funcional del Estado en todos sus niveles” y la construcción de “la nueva institucionalidad revolucionaria municipal, estadal y nacional, la cual fortalezca el poder popular” e institucionalice “las misiones” creadas con el apoyo de Cuba, a fin de darles “sustentabilidad”.
La idea del Estado unitario, totalizante y personalista no merma en la reflexión de Chávez, antes bien se afirma como ambición y a un punto tal que, durante su señalado discurso, dirigiéndose a los Gobernadores de Estado y a los Alcaldes Municipales presentes los intima de manera directa: “De aquí nadie debe retirarse hasta que no termine la última letra de esta reunión, y yo les ruego la máxima atención a todas las exposiciones y les ruego que tomen nota”. Luego los previene, sin más: “Aunque no puedo destituir a alcaldes, ni a gobernadores, si puedo hacer otras cosas ¿no? Quiero que sepan que en esta nueva etapa el que está conmigo, está conmigo, el que no está conmigo está contra mí”.
Hacia la demolición de las viejas ideas y de los viejos hombres
En su introducción discursiva Chávez recrea sus palabras, in extensu, a partir de la obra clásica Los Miserables, de Víctor Hugo y recuerda el diálogo entre el Obispo Myriel y un anciano moribundo quien había participado de la Revolución, para luego decir con éste lo esencial: “No me creo con el derecho a matar un hombre, pero me siento en el deber de exterminar el mal”.
El mesianismo, pues, aflora como constante y guía de La Nueva Etapa. “No son los hechos, no es la superficie lo que hay que transformar, es el hombre”, ajusta Chávez antes de imaginarse y describir, a partir de él mismo, el hombre nuevo que se propone construir. “Yo a veces entro en conflicto tremendo con Dios y creo mucho más en Cristo,
el ser humano, Cristo el hombre, pues”, se dice a sí para destacar todas las renuncias que debe asumir un verdadero líder revolucionario.
Para él, en efecto, no puede ser un hombre de la revolución quien se preocupe de los ataques que pueda recibir “la familia” ni aquél quien aduce que “la mujer me va a pegar o se va a poner brava conmigo” o “los hijos se me van a alejar”: “El que tenga esos temores no puede ser un líder revolucionario, es imposible que lo sea y no sirve para ser alcalde
revolucionario, ni sirve para ser gobernador revolucionario. No sirve para ser nada”, concluye el mandatario.
De allí que La Nueva Etapa se proponga “ir conformando sólidamente” a este Hombre Nuevo en “su estructura mental, ideológica; su estructura espiritual, moral”. Pero mal se podría tratar, en el caso, de un hombre redimido o convertido, o de un hombre que esgrima su unicidad en la diversidad o defienda el carácter inmanente de su dignidad, tal y como lo dicta la cultura cristiana y occidental. Porque de lo que se trata, lo dice el propio Chávez, es de la fragua del hombre con conciencia “adquirida”, ceñido al credo de la revolución y que se forme “aprendiendo del colectivo, aprendiendo del pueblo, utilizando esa poderosísima arma que es la dialéctica”.
La instrucción dirigida a sus colaboradores y a los responsables de La Nueva Estrategia Comunicacional no se hace esperar. Es muy precisa según el gobernante venezolano: “Divulgar y contribuir a la formación e identificación de la población con los valores, ética e ideología de la Revolución Bolivariana” y “desarrollar acciones comunicacionales de promoción de valores, ética e ideología bolivariana”.
Dicha iniciativa, sin embargo, no podría cristalizar en el marco de un orden signado por la tolerancia y, por lo mismo, al referirse a La Nueva Estrategia Militar Nacional, dentro de un modelo que predica la unión del pueblo y las Fuerzas Armadas, Chávez fija como objetivo de su gobierno “educar a la población en los principios militares de disciplina, amor a la patria, y obediencia”.
En suma, La Nueva Etapa, aquí sí, no hace sino realizar el cometido de estirpe hegeliana que dicta la Constitución de la República Bolivariana en su artículo 3 y a cuyo tenor corresponde al Estado, dentro de sus fines esenciales, “el desarrollo de la persona”. De modo que, de tal forma también se explican así las iniciativas oficiales de reciente data – anunciadas por el Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Profesor Aristóbulo Istúriz – para la conformación del Estado Docente, que con el apoyo del pueblo organizado hará suya la conducción plena de todos los establecimiento educativos y la definición de contenidos programáticos compatibles con los valores de la revolución (artículos 1 y 102 constitucionales): “Regulación del estudio de los nuevos valores de la democracia participativa en los planes de estudio de la educación básica”, es la herramienta que dispone, expresa y textualmente al respecto, el documento de La Nueva Etapa.
El poder de los pobres: eje de La Nueva Etapa
El encumbramiento del Estado, su conducción unitaria y personal así como la fragua, mediante los instrumentos de la comunicación social, de la educación o de la instrucción militar, de un Hombre Nuevo, por importantes que sean, parece entenderlos Chávez como instrumentales a un objetivo fundamental que justifica a la revolución – como ruptura – y a sus medios, fuesen los que fuesen: “Dar poder a los pobres” para eliminar la pobreza y todo ello dentro de una línea estratégica que junto a la señalada “debe dominar todo el plan”, La Nueva Etapa: la igualdad, “lograr una sociedad justa, de iguales”.
A tal propósito, La Nueva Estructura Social, que es el objetivo primero de El Nuevo Mapa Estratégico, habrá de realizarse en línea con distintos objetivos específicos que se resumen en la idea de la preeminencia de “los derechos sociales” y su disfrute universal: resolviéndose, a favor de éstos y de un modo regresivo, la añeja diatriba que al principio oponía tales derechos a los de primera generación: civiles y políticos, subordinándolos a éstos y que hoy, según la doctrina universal y los tratados internacionales en vigor, coexisten en paridad: por interdependientes y necesitados, recíprocamente, los unos de los otros.
Chávez dice alejarse de las utopías y pide a sus colaboradores sólo “avanzar” – pero “avanzar aceleradamente y en mayor profundidad” – hacia el objetivo planteado: “la sociedad de iguales” producto de “una revolución social”. Mas ello no ha de significar, como lo recuerda también el Presidente, modificación del norte establecido, aun cuando desde el punto de vista táctico se vaya “avanzando pasito a pasito” y si necesario “de vez en cuando echando para atrás”.
Las páginas de El Mapa Estratégico plantean objetivos que van desde el “combate a la inequidad social”, “la exclusión” y “la pobreza”, pasando por el mejoramiento y aumento de “los niveles educativos”, la democratización del “acceso a la educación inicial”, “la eficiencia del sistema integral de salud pública” y “la prevención de las enfermedades endémicas”, para llegar a la exigencia de “apoyar e impulsar los órganos de protección de niños, niñas y adolescentes” y dar “acceso a la vivienda y a los servicios urbanos”.
El discurso de Chávez, empero, revela lo que como obra de su experiencia y luego de seis años de gobierno ha derivado en frustración personal: “Sobre los niños de la patria (…) nosotros estamos en deuda”; “el Ministerio de Salud, eso no ha servido para nada, ahí ha habido planes, yo les he dado recursos”; “el problema de las drogas es un problema gravísimo (…) yo quiero ver resultados”; en fin, “Chávez no puede ser el alcalde de toda Venezuela”. Los datos sobre el incremento de la pobreza y la marginalidad durante su mandato, período durante el cual el Estado recibió recursos por concepto de ingresos petroleros nunca antes imaginados, son dramáticos.
La culpa de la ineficiencia institucional y de sus efectos sobre la inequidad social tienen para el Presidente, en todo caso, una clara explicación, quizá la única por manida: el “modelo económico”, cuya transformación – lo reconoce Chávez – “no se decreta, eso es lento y hay que darle y darle y darle, pero hay que saber que eso es lento”.
En consecuencia, la conformación de La Nueva Estructura Social se concreta, según los documentos de La Nueva Etapa, por una parte, a un elemento mítico, movilizador y de neta extracción ideológica: el fortalecimiento de “la identidad, la autoestima y la autogestión de los pueblos indígenas” y el “valorar y reconocer las historias, las culturas y conocimientos tradicionales y autóctonos”, dentro de cuyo contexto signado por lo “endógeno” queda situado el señalado Estado docente bolivariano: que se expresa, según el discurso presidencial, en “las escuelas bolivarianas”, “la universidad bolivariana”, “los liceos bolivarianos”. Por otra parte, se concreta o reduce La Nueva Estructura Social a una herramienta de efecto coyuntural pero, ineludiblemente, llamada hacia la institucionalización (léase, institucionalización de la coyuntura o de la emergencia social permanente) y de suyo políticamente ‘domesticadora’: “las misiones” cubanas Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Sucre, Guaicaipuro, etc.
Chávez entiende las misiones, así, más allá de lo propiamente social: la erradicación de la pobreza. Las sitúa, mejor aún, como el arma para “la conformación de La Nueva Estructura Social”. La misión, a la luz de La Nueva Etapa, surge como el paradigma, es la semilla para dar “poder a los pobres”. Se trata, pues, de un compromiso para “consolidar, fortalecer, apuntalar y profundizar, perfeccionar y avanzar” con las misiones y que habrá de asumir cada Alcalde revolucionario. Por ende, el reclamo presidencial, otra vez, no se hace esperar en procura de la mayor solidaridad de sus seguidores con las necesidades de las legiones cubanas. Los médicos cubanos, observa Chávez en su discurso, “duermen en el suelo, no chillan por nada y tienen una experiencia, en Angola, en Centroamérica, muchos de ellos en África y han vivido situaciones peores pero eso no es justo”.
Las misiones sociales, a fin de cuentas, derivarán conforme al dictado de La Nueva Etapa en “comités de salud, casas de alimentación”, “mesas técnicas de servicio como medio de ejercicio de gobierno participativo”; organización de las misiones, asimismo y según lo indica el llamado Nuevo Modelo Productivo a que daría lugar la creación del Nuevo Sistema Económico, como “unidades de producción de economía popular” y propiciadoras del “autoempleo”.
II
La Nueva Estrategia Comunicacional, descrita en los documentos gubernamentales sobre La Nueva Etapa: El Nuevo Mapa Estratégico de la Revolución Bolivariana para los años 2005-2006, no concitó mayores comentarios por parte del Jefe del Estado durante su exposición de noviembre pasado, en Fuerte Tiuna. Todo lo que había que decir, en lo particular acerca de los medios de comunicación social privados, estaba dicho por el señalado mandatario a lo largo de su primer y segundo período constitucionales.
La sanción de la Ley Mordaza o Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, que le otorga al Estado el control sobre los horarios y contenidos programáticos e informativos de dichos medios privados entre las 5 a.m. y las 11 p.m. de cada día, hacía inútil cualquier otra referencia al respecto. Y, si se trata de la reciente Reforma Parcial del Código Penal, que consolida y agrava en sus penas los delitos de desacato u opiniones
que afecten a los funcionarios públicos o que mantengan, por ser falsas, en zozobra a la colectividad: ´criminalizándose’ así la disidencia, podría decirse lo mismo.
Quizás, la única referencia documentada al respecto no sea otra que la relativa a la “creación de la red de los centros de poder popular, a fin de “reforzar el empoderamiento popular en materia comunicacional” y a propósito de la Ley Mordaza o de cara al control por el Gobierno de la prensa no oficial.
Hacia la fragua del Estado comunicador, inhibidor del imperialismo y promotor de la revolución
De modo que, en el plano de lo discursivo, Chávez se limitó durante su explicación del documento sobre La Nueva Etapa a dos aspectos sólo de la comunicación gubernamental: (1) La autorización a sus seguidores para que declaren y eviten pensar en lo adelante que como “Chávez es un comunicador, entonces, yo me repliego. (2) La exigencia para que le expliquen a la población las decisiones negativas, como los incrementos inevitables de los precios agrícolas y comestibles o los del Metro, insistiendo en que a través de las Casas de Alimentación podían adquirir sus alimentos con cero inflación.
Las láminas que fijan los objetivos y herramientas de La Nueva Estrategia Comunicacional, sin embargo, son prolijas. En ellas se descubre el sentido y propósitos de la comunicación pública o estatal que se plantea la revolución. La Nueva Etapa implicará, así, “potenciar las capacidades comunicacionales del Estado” y “fortalecer los medios de comunicación públicos” (redes regionales de TV, portales web de las instancias locales y regionales de gobierno y “potenciación del portal” del Gobierno Nacional, Agencia Bolivariana de Noticias, habilitación de radios comunitarias, Tele Sur, página web de las misiones cubanas etc.), con miras a dos objetivos fundamentales: uno, “promoción de valores, ética e ideología bolivariana”, en modo tal de que se pueda “divulgar y contribuir a la formación e identificación de la población con los valores, ética e ideología de la revolución bolivariana”; otro, “desarrollar [una] estrategia de divulgación e información hacia los EE.UU para neutralizar elementos de acción imperial contra Venezuela”.
En suma, se trata de una Nueva Estrategia que, como lo dice y no lo ocultan los documentos oficiales del caso, busca “conformar matrices de opinión favorables al proceso”. De allí que, dentro de las herramientas cuente la “creación de grupos de formadores de opinión, comunicólogos e intelectuales” que le sirvan al Gobierno para tal propósito. Y, como el proceso, según lo visto, desborda los límites de lo nacional para insertarse en un ámbito de confrontación revolucionaria y comunicacional con el exterior, se cita como parte de la estrategia oficial para impulsar El Nuevo Sistema Multipolar Internacional la articulación de una “red internacional de apoyo a la revolución bolivariana” y también la organización en el extranjero “de los diversos actores sociales en el marco del modelo de desarrollo endógeno socio-popular”: vale decir, el establecimiento, bajo patrocinio del Gobierno de Chávez, de relaciones que desborden lo diplomático e intergubernamental y permitan el vínculo entre la Revolución Bolivariana y los movimientos o personas que en otros países compartan sus ideales.
Democracia participativa, sin partidos ni contrarrevolución
La consolidación de un Estado totalizante, que permita forjar el Hombre Nuevo: hecho a imagen y semejanza de la Revolución Bolivariana, que entienda el carácter bienhechor de las ´misiones cubanas´ traídas por Chávez a Venezuela y que permita, como lo expresa la documentación oficial, “trascender – destruir ¿? – el modelo capitalista”, no sería viable sin un cambio y sin un control profundo sobre las fuerzas políticas e ideas que puedan oponérsele. De modo que La Nueva Etapa mal podía no plantearse como parte de El Nuevo Mapa Estratégico incidir en o procurar el cambio de los contextos políticos interno y exterior dentro de los que fluye y se desenvuelve la revolución.
La Revolución, lo dijo Chávez en su relectura de la obra Los Miserables, ha demolido en lo interno el viejo régimen, pero no las ideas. De modo que, a la luz de su discurso y de cara a la oposición política venezolana, el planteamiento presidencial insta, en primer lugar, a no subestimar la fuerza opositora dado que le atribuye una suma de 4 millones de votantes; y fue derrotada durante el referéndum revocatorio del 15 de agosto pasado – según el mismo Presidente – por obra de la Misión Identidad y con el apoyo de Fidel Castro: “Si no hubiéramos hecho la cedulación, ¡hay Dios mio! yo creo que hasta el referéndum revocatorio lo hubiéramos perdido (…). Empecé a pedirle apoyo a Fidel (…) y me dijo: Si algo se yo es de eso, cuenta con todo mi apoyo”.
La entrega de más de 500.000 cédulas de identidad como venezolanos a colombianos residentes en la frontera – entre éstos miembros de las FARC y del ELN – tal como lo denunciara la misma Canciller de Colombia, Carolina Barco, tuvo su efecto; pero Chávez es conciente del carácter coyuntural de su acción. Y, por lo mismo, a propósito de La Nueva Etapa, ha dispuesto “la continuación de la ofensiva, para impedir que se reorganicen [los opositores], hablando en términos militares, y si se reorganizaran: para atacarlos y hostigarlos sin descanso”.
No hay democracia, a tenor de La Nueva Etapa, sino dentro de la revolución y con los partidos afectos a la misma. Así de simple. Por ende, el programa de reorganización política planteado por el Gobierno de Chávez, cubre tanto la construcción del Nuevo Modelo Democrático de Participación Popular cuanto el desarrollo de La Nueva Estrategia Electoral.
En lo participativo, lo esencial será la consolidación de “la nueva estructura social de base”: la señalada institucionalización de las misiones cubanas y su derivación, de conjunto a los miembros de la “reserva” militar – milicias bajo el mando directo del Presidente de la República – y de las Unidades de Batalla Electoral creadas durante el referéndum, en lo que ahora se llamarán Unidades de Batalla Endógena (UBES). Se trata, en efecto, de una organización celular y popular, de control social y de participación en el ámbito de lo público, difuminada a lo largo de toda la geografía nacional y que dará lugar, en los niveles estadales, municipales y parroquiales a “la Nueva Estructura Bolivariana”.
En el plano de lo político, pues, queda extinguida toda posibilidad de desarrollo de una democracia de partidos. Tratándose de los “partidos políticos de la revolución” – únicos a los que se refiere La Nueva Etapa – se les invita a “profundizar la democratización” y se les anuncia, como parte de La Nueva Estrategia Electoral y herramienta específica al respecto, la siguiente: “Fortalecimiento de una instancia única de coordinación y toma de decisiones de las organizaciones con fines políticos que apoyan al proceso”. Y, a renglón seguido, se indica como objetivo del Nuevo Modelo Democrático “evitar la transformación social de la organización de base en estructuras partidistas”.
Por lo pronto, en cuanto a lo electoral y en espera de la consolidación de la nueva estructura social de base popular, La Nueva Etapa se fija como objetivos, entre otros, “combatir las dudas sobre la legitimidad de los resultados electorales”, el “aumento del Registro Electoral Permanente” y de la “transparencia en los procesos electorales”, “derrotar la abstención”, “promover el Registro Electoral Digital”; asuntos éstos que, in totus, quedaron severamente comprometidos durante el referéndum revocatorio presidencial y dieron lugar a las observaciones críticas realizadas por el Secretario General de la OEA, César Gaviria e incluso por el Centro Carter.
En todo caso, dos objetivos ineludibles se traza el Gobierno en los documentos oficiales sobre la materia: Hacerse de “la data de los partidos políticos” no afectos a la revolución y de suyo, sin lugar a dudas, con el mismo fin de control y de exclusión ciudadanas que ha practicado con apoyo en la data pública de los opositores quienes solicitaron la realización del referéndum revocatorio presidencial; crear un “mapa geo-referencial” de las UBES para ensamblar – léase, condicionar – lo electoral a las misiones sociales y sus beneficios: “vincular las elecciones a la eficacia de las políticas realizadas”, según lo expresa el documento que contiene El Nuevo Mapa Estratégico; y, finalmente, como válvula de seguridad, según lo indica Chávez en su discurso, “la cedulación tiene mucha importancia. Hay que continuar la Misión Identidad”.
El autor es Abogado y Doctor en Derecho, Ex Ministro de Relaciones Interiores de Venezuela, Ex Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Profesor Titular de la UCAB y UCV