Durante más de un año los guardianes de los datos más confidenciales de la constructora Odebrecht, la compañía en el epicentro de lo que ya se considera el mayor escándalo de corrupción del mundo, trataron de escapar de la justicia brasileña en Miami.
Fue a esta cálida ciudad del sur de la Florida adonde se mudaron con sus familias, poco después del estallido del escándalo de Petrobras, los ejecutivos al frente del Departamento de Operaciones Estructuradas (DOE), el área de Odebrecht dedicada específicamente a la compra de entes públicos y pagos de sobornos en Brasil y 13 países más.
Y fue exactamente al fondo del mar de Miami adonde el director del DOE, Hilberto Mascarenhas, arrojó su computadora personal haciendo desaparecer para siempre pruebas y secretos de las operaciones ilegales que comandaba dentro de la compañía. Así lo describe el propio Mascarenhas en la colaboración que mantiene con la policía a cambio de una reducción de su condena.
Prefirió arrojarla al mar antes de entregársela a la propia Odebrecht. Días antes había recibido órdenes superiores de devolver su laptop al sector de tecnología. Pero se negó argumentando que necesitaba antes extraer informaciones personales. Fue cuando la compañía bloqueó sus claves de acceso a la computadora. Tras varios intentos fracasados de rescatar los datos, decidió por deshacerse del equipo.
Obsesión con seguridad
Sin embargo, ante los fiscales, Mascarenhas le resta importancia al contenido que guardaba en la computadora descartada en las aguas de Miami. Afirma que apenas mantenía “información personal”, teléfonos y contactos de su red de relaciones, pero pocos datos que comprometan a la empresa. A pesar de eso, el administrador-jefe de los sobornos no dudó en desaparecer su laptop y el IronKey, un artefacto encriptado de seguridad usado por un selecto grupo de funcionarios de Odebrecht para entrar a la tesorería ilegal.
El sofisticado sistema de protección de los datos pasaba por varias etapas. Una vez conectado el IronKey a la computadora era necesario introducir claves personales. Después de esto se llegaba al “túnel”, una secuencia de claves que autorizaban la entrada a los servidores en Suiza. En caso de una “invasión”, tras 10 claves fallidas, la llave de conexión segura se autodestruía.
Según el ejecutivo, para llevar la compleja contabilidad irregular de Odebrecht y transferir casi diariamente millones de dólares de un lado a otro del planeta sin levantar sospechas, la compañía desarrolló dos sistemas informáticos. El MyWebDay –B, apodado “B” por tratarse de una copia camuflada del mismo sistema gestor usado por todos los empleados de la multinacional para sus actividades ordinarias, y el sistema de comunicación “@drousys” con el que los funcionarios del área de sobornos se comunicaban secretamente entre ellos y con operadores financieros externos, sin contaminar las direcciones de correo @odebrecht.
El idealizador de estos sistemas fue el mismo Mascarenhas. Entre 2007 y 2008, cuando “comenzó a circular mucho dinero por contabilidad no oficial”, el ejecutivo sintió la necesidad de controlar la creciente afluencia paralela de dinero. Le llevó la idea a Marcelo Odebrecht, expresidente de la compañía y mentor de todo el esquema de corrupción destapado por Lava Jato, quien dio luz verde al proyecto.
De 80 millones de dólares anuales dedicados a sobornos cuando Mascarenhas tomó las riendas del sector en 2007, la cifra saltó para 730 millones entre 2012 y 2013.
Preservar el sigilo de estos datos era prioritario para Odebrecht. En un inicio las informaciones eran guardabas en servidores de la empresa en Angola, un país donde la compañía reina desde la década del ’80, construyendo las principales obras de infraestructura y controlando negocios como minería de diamantes, producción de azúcar y supermercados. Sin embargo, a pesar de las excelentes relaciones de Odebrecht con el presidente angolano José Eduardo dos Santos –en el poder desde 1979-, ante los “serios problemas que tiene Angola en el área de telecomunicaciones, principalmente de datos”, el sector de sobornos decidió sacar sus informaciones de ese país, explica Mascarenhas.
Después de considerar una mudanza a Panamá, se optó por asentarse en un país donde la empresa no tuviese negocios y alejar así la posibilidad de espionaje sobre los datos. Servidores en Suiza eran perfectos para esto.
El director revela que anualmente mandaba a borrar todas las informaciones de pagos y destinatarios del semestre anterior. Tras el destape del caso Odebrecht, la compañía bloqueó los servidores en Suiza, los cuales más tarde quedaron bajo custodia de la justicia de ese país, que también tomó cartas en la investigación.
La tela de araña de los sobornos
Entre 2006 y 2015 por las manos de Hilberto Mascarenhas y su equipo distribuyeron 3.300 millones de dólares entre sobornos y donaciones no declaradas a contiendas electorales en Brasil y otros 13 países. Una cifra que supera el Producto Interno Bruto de países como Guyana, Cabo Verde, San Marino, Granada o Dominica. Todo ese dinero circulaba a través de un enmarañado de agentes financieros, decenas de empresas offshore en paraísos fiscales y centenas de cuentas bancarias alrededor del mundo.
Para disimular aún más las elevadas transferencias de dinero, Odebrecht compró, a nombre de ejecutivos de la empresa, el control accionario del Meinl Bank Antigua, según reveló a los investigadores Vinícius Borin, uno de los designados por Obebrecht para encargarse del banco. En esa institución se abrieron cuentas bajo titularidad de hombres de confianza de la constructora brasileña, desde las cuales se transferían sumas de dinero camuflado como pagos de contratos por servicios en realidad ficticios.
Una de las transferencias denunciadas por Borin asciende a 16.633 millones de dólares. Se dirigía a la offshore Shellbill Finance S.A., con sede en Panamá y cuenta en Suiza, que ahora se sabe pertenece al publicista João Santana, hombre del marketing de las contiendas electorales de los expresidentes Dilma Roussef y de Lula da Silva.
La industria del soborno
Basado en Salvador de Bahía, Brasil, el sector de Operaciones Estructuradas de Odebrecht se exhibía en el organigrama empresarial de la compañía como un departamento más, fundamental para el avance de los negocios. Según describen los delatores, el área mezclaba avanzados métodos de gestión empresarial con prácticas solapadas y sigilosas basadas en la confianza. Los fondos que abastecían al sector provenían de excedentes de las obras internacionales de la constructora y se distribuían atendiendo a pedidos de los líderes de las otras divisiones de la compañía, en una suerte de palanca mágica salvadora de obstáculos.
Para solucionar los “problemas” en sus proyectos, los ejecutivos de las diversas áreas del conglomerado solicitaban al DOE recursos para coimas. No sin antes obtener la debida aprobación de Marcelo Odebrecht u otro de los presidentes de las empresas del conglomerado. Para preservar la identidad del beneficiario, en las planillas de contabilidad se le nombraba por un apodo. Italianito, Viagra, Barbie, Bonito, Caimán, Navaja y Amigo (ya identificado por Lava Jato como Lula da Silva) son algunos de los alias usados. Una vez efectuado el pago, el valor se descontaba de las ganancias de la división solicitante y afectaba los premios del área, relata Mascarenhas.
Fernando Migliaccio, otros de los hombres de confianza del sector, subordinado a Mascarenhas, contó a los fiscales que su “récord diario” fue de 10 millones de dólares transferidos a nombres de las planillas.
El DOE también servía para “resolver problemas internacionales cuando se necesitaba tener dinero rápido sin pasar por la contabilidad. Era necesario para trabajar en países donde hay guerrillas o en lugares peligrosos como las favelas de Río de Janeiro. No se trabaja en esos lugares sin pagarles a las milicias. Pagamos también rescate de secuestrados”, afirma Marcelo Odebrecht, quien asegura haber participado junto a los gobiernos brasileño e italiano en las negociaciones de rescate de un ingeniero secuestrado en Irak.
“Creo recordar que pagamos 5 millones de dólares, todo por afuera. También pagamos rescates en Colombia y en Perú”, asevera.
Es el mismo fondo que sufragó la elección de centenas de políticos, desde alcaldes y gobernadores hasta legisladores y presidentes, en al menos seis países donde avanzan investigaciones sobre financiación ilegal de políticos.
Y así crecían exponencialmente los negocios de este gigante de la construcción, que en diciembre de 2015 -ya con su presidente tras las rejas, acusado de corrupción- tuvo ingresos que superaron los 40.000 millones de dólares, estaba presente en 21 países y empleaba a 128.000 personas de 70 nacionalidades.
Fuga a Miami
Para alejarse del espionaje policíaco, en marzo de 1994, a raíz de las primeras detenciones de la operación Lava Jato -lanzada para investigar la corrupción que defalcó durante años a la gigante estatal Petrobras-, Marcelo Odebrecht, entonces presidente de la empresa y cerebro del esquema delictivo, dispuso que el “departamento de sobornos” abandonara Brasil.
Los ejecutivos Fernando Migliaccio y Luiz Eduardo Soares optaron por llevar las operaciones marginales a República Dominicana, un país donde la empresa realizaba obras y a dos horas de vuelo de la Florida, adonde pretendían mudarse. La empresa corrió con los gastos de transferencia, la compra de casas y tramitó visas de trabajo estadounidenses para que sus hombres y familiares se asentasen en Miami desde octubre de 2014. Todas las semanas los ejecutivos volaban a la isla caribeña para trabajar en las oficinas de Santo Domingo y regresaban los fines de semana a Miami.
A medida que avanzaban las investigaciones y las prisiones en Brasil, la última tarea dada a los ejecutivos del DOE fue desactivar el sector y reponer a las arcas de la compañía –ya mermadas por el escándalo– la mayor cantidad de dinero disponible en cuentas por el mundo.
Epílogo
Luiz Eduardo Soares fue arrestado en marzo de 2016 cuando regresaba de los Estados Unidos a Brasil. Fernando Migliaccio fue detenido por la policía suiza mientras intentaba cerrar cuentas bancarias a su nombre en Ginebra. Después de tres meses preso en Suiza, aceptó voluntariamente la deportación a Brasil y convertirse en colaborador de las investigaciones. Como parte del acuerdo, Migliaccio tuvo que resarcir al erario público. Entregó una casa en Miami, el dinero depositado en cuentas de Estados Unidos y Suiza, bienes en Brasil y ocho kilos de oro guardados en una caja fuerte en Ginebra.
Hilberto Mascarenhas nunca aceptó mudarse de Brasil y fue detenido en su residencia en la ciudad de Salvador, en marzo de 2016. Tras el acuerdo de delación premiada, cumple prisión domiciliar y se pasea con tobillera electrónica por los amplios salones de su lujoso apartamento. Su laptop permanece hundida en la bahía que baña la ciudad de Miami.
Actualmente 77 ejecutivos de Odebrecht, incluyendo a Marcelo Odebrecht –condenado a 19 años de cárcel– y su padre, el patriarca de los negocios familiares Emilio Odebrecht, mantienen acuerdos de colaboración premiada con Lava Jato.
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