Holanda vota este miércoles para elegir algo más que un Parlamento. Trece millones de electores deciden sobre los 150 asientos de la Cámara y el próximo Gobierno. Veinte y ocho partidos, y ninguno aspira a reunir más del 17% de los votos.
Para el resto de Europa, Holanda decide entre una Unión Europea multicultural y abierta a la inmigración, o una Europa de identidades nacionales fuertes, reticente a la concentración de poder en Bruselas y en guardia contra la islamización de las sociedades. Mark Rutte, el primer ministro liberal –socialdemócrata– y Geert Wilders, el aspirante anti-establishment, representan las dos opciones culturales en liza.
Las elecciones suponen el primer test en Europa tras el Brexit y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Francia, en abril, y Alemania, en otoño, afinarán el veredicto sobre la aclimatación del llamado “populismo” a Europa.
Los movimientos para decantar los resultados son frenéticos, y revelan el nerviosismo de las élites políticas en Europa.
WikiLeaks irrumpió este martes en la campaña holandesa con una filtración de documentos sobre supuestos trapos sucios del primer ministro Rutte. El Gobierno ha suspendido el recuento electrónico de los votos, por temor a que pueda ser manipulado desde Rusia.
La crisis diplomática con Turquía también puede estar jugando un papel en la campaña, aunque no está claro a qué candidato puede estar beneficiando la prohibición de que el ministro de Exteriores turco diese un mitin en Holanda sobre el referéndum constitucional convocado por el presidente Tayyip Erdogan.
En Francia, el candidato Republicano François Fillon acaba de ser imputado por malversación de fondos públicos, mientras los grandes medios de noticias se vuelcan a favor del socialdemócrata Emmanuel Macron como el candidato del establishment, frente a la rupturista Marine Le Pen.
El Gobierno alemán presentó este martes un proyecto de ley que incluye multas de hasta 50 millones de euros contra las redes sociales que no borren noticias falsas de la campaña hacia las elecciones de otoño. Inquietante intervencionismo gubernamental en la libertad de información. La cuestión es quién forma la policía de la verdad, y si esta es compatible con una democracia.
No todo el mundo está de acuerdo en que las sacudidas de 2016 se notarán en las elecciones holandesas. San Van der Staak, del International Institute for Democracy and Electoral Assistance, rebaja las expectativas y pronostica en el Washington Post que serán solo unos comicios más.
Los encuestadores se preguntan si el voto oculto volverá a jugar en Holanda un papel tan decisivo como en el Brexit. Ya nadie se fía de las apariencias, ni las tiene todas consigo, en las democracias europeas. Toca esperar en vilo.
Vía Actuall