No hay dudas, Chúo Torrealba, no está apurado, se toma las cosas con calma y acaba declarar que “si el diálogo no da resultados, vamos a revisar nuestra participación en la mesa”.Anuncio que es perturbador en varios sentidos, el más importante de los cuales es que, desde que se firmó el Acuerdo gobierno-oposición, en el lejano 12 de noviembre de este mes y año, Chúo, no se ha dado cuenta que el gobierno no ha cumplido uno solo de los compromisos.
Y si esta omisión, o déficit o prueba de mala fe no es razón suficiente para decirle a Maduro y sus negociadores que no se puede dialogar con alguien que actúa tan perversa y cínicamente, pues no sé en qué país, ni con quién andamos.
Porque comprendo que se asista a la reunión oficialmente pautada el seis de diciembre próximo, comprendo que, incluso, a la entrada o la salida haya saludos o abrazos, pero que se insista en hacerse los locos ante un gobierno que ha violado con premeditación y alevosía pactos solemnemente contraídos con Venezuela y el mundo, es como celebrar el Día de los Inocentes, pero adelantado.
Se ha dicho, además, por portavoces de la oposición (Henrique Capriles entre otros) que el día seis se asistiría al Meliá Caracas a decirle a Maduro lo que se le tenía que decir, y es que, no se puede dialogar con un gobierno que convierte los Acuerdos en papel de menos valor que los billetes que imprime día a día y hora a hora en el Banco Central.
Y eso lo habría perfectamente entendido el país, pues si es cierto que una oposición democrática no puede negarse a dialogar aunque sea con el diablo, también debe denunciar al diablo cuando hace trampas, y, lo que es más importante, debe hacérselas pagar.
Ahora viene Chúo y declara que la cosa no es solo de volver a la mesa, sino, de no decirle nada al gobierno y solo en caso de se ponga bravo “revisar” si la oposición se retira o no .
Verdaderamente, Chúo, eso es hacer gala de una educación o cortesía muy sosfisticada, o, como decía mi abuela, de “la santa paciencia”.