Pablo Aure
Si algún oficialista tenía duda sobre la verdadera aceptación del régimen en la población, ella quedó suficientemente aclarada en ese circo llamado “elección de la constituyente”. El Consejo Nacional Electoral no encontraba la manera para disimular el megafracaso del régimen que se evidenciaba en la soledad de los centros de votación, aunque se le ocurrió “nuclearlos” para que se vieran más concurridos y no lo pudieron lograr.
Es imposible convertir a una microminoría en mayoría. Las encuestas oficialistas e independientes así lo determinaban. Menos de 10% apoyaba la convocatoria, no solo por ser fraudulenta, sino porque los ciudadanos están muy claros en que el problema aquí no es la Constitución sino el sistema hambreador que ha devastado el país.
Desde el sábado, cuando ya era un hecho la materialización de ese evento electoral, muchas personas entraron en depresión, en desesperanza, en angustia. A esos amigos, algunos familiares que los notaba nostálgicos, les decía lo que yo pensaba y hoy quiero hacerlo público. Entiendan que Maduro se montó en una bicicleta y tenía dos opciones: dejar de pedalear y caerse, o seguir pedaleando hacia el precipicio. Eso último fue lo que ocurrió este domingo. No se bajó de la bicicleta y ahora será cuestión de semanas, no creo que llegue a meses, para que Maduro abandone Miraflores.
Nicolás Maduro recurrió a la constituyente como herramienta para negociar un intento equivocado para calmar las calles, sin darse cuenta de que ya nadie puede negociar en nombre de los ciudadanos, que no responden a ningún liderazgo. A Maduro lo empujó Diosdado Cabello, quien se imaginaba que una vez instalada la asamblea constituyente él podría gobernar o erigirse jefe supremo de Venezuela. Lo intentará, pero no lo logrará. El daño que el régimen ha provocado al país, pudiéramos decir, parafraseando a doña Tibisay, es de tendencia irreversible. Nadie podrá sostener por mucho tiempo a este agónico régimen opresor.
Ahora bien, el asunto se complicará muchísimo más dentro de algunas horas. Así como lo leen, dentro de algunas horas. Porque crecerá de manera exponencial la conflictividad y la represión. Es aquí donde nuevamente tenemos que invocar los tratados internacionales y gritar a todo pulmón un SOS a esos organismos, porque como hemos dicho con anterioridad, no se trata de una simple dictadura, sino de un centro de crimen organizado con alcance mundial. Este escenario que aquí exponemos, aunado con los anticipados anuncios de varios países del continente americano de no reconocer los resultados de la elección de la ANC por tratarse de un proceso espurio, nos da la idea del escenario inédito por el cual atravesará la dictadura que por intentar fracturar lo que aún quedaba de república, derivará en sanciones petroleras e incluso en una posible intervención de fuerzas militares extranjeras para proteger los derechos humanos de los venezolanos con la finalidad de evitar que se comprometa la seguridad de la región.
Provocación o desesperación
Nicolás Maduro fue víctima del desespero de Diosdado Cabello y de Tareck el Aissami, que son los más entusiasmados en perpetrar ese fraude constituyente. Tienen mucho que perder. El mundo entero les tiene en la mira y quizá han pensado que, asumiendo el poder plenipotenciario que ellos imaginan les dará el fraude constituyente, serán ellos los que podrán negociar si es que acaso les dan oportunidad. No creo que se las den. Es un hecho comunicacional que hay oscuros negocios por los cuales son sindicados ambos, y siendo esto así, ellos también serán víctimas de sus jefes clandestinos que tienen presencia en casi todo el planeta. Nada fácil para ese par de caballeros. Recordemos lo que ocurre en esa clase de carteles, o en las mafias. El que entra no sale.
Constituyente: el acta de defunción
Esta semana el país amaneció con un fraude constituyente. Olvidan aquel pensamiento de Montesquieu que nos dice: “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. Ya sabemos cuál fue el origen y cómo Maduro se hizo del TSJ para interpretar un artículo constitucional, confiriéndole poderes para cambiar de manera arbitraria e injusta el pacto social establecido en la carta magna.
La ausencia de pueblo en estas fraudulentas elecciones demuestra que a Maduro solo lo sostiene el grupete de militares y de mercenarios armados (colectivos) que siembran el terror.
Nada que se haga en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos puede ser justa. Al contrario, ese fraude constituyente le pretende arrebatar el verdadero deseo nacional, que incluye salir de Maduro y todo lo que él significa, que no es otra cosa que hambre, miseria y destrucción.
La constituyente adelantará la partida de Maduro, él tenía perfectamente constituido un régimen milico judicial. Gobernaba a su antojo desde el TSJ y esas decisiones eran ejecutadas con el apoyo militar. Por eso pienso que Diosdado Cabello pensó en asumir el poder para ser él quien maneje directamente su estabilidad o permanencia en libertad, creyendo que eso se cumplirá con la constituyente, cuando el resultado será totalmente al contrario. Ya verán.
De Pérez Jiménez a Maduro
Aunque a algunas personas no les gusta la comparación, porque defienden a Pérez Jiménez diciendo que si bien es cierto que era un corrupto, también es verdad que su régimen construyó muchos hospitales, centrales hidroeléctricas, carreteras, viviendas y no tenía vínculos con el narcotráfico, mientras que Maduro ha sumido en una terrible miseria al país sin obras que exhibir, pero sí mucho que escribir con tinta de sangre en esta dolorosa historia venezolana.
Hace aproximadamente 60 años, el 15 de diciembre de 1957, Pérez Jiménez quiso hacer lo mismo que Maduro el 30 de julio. Ese día se celebró un plebiscito no estipulado en la Constitución de 1953 (y Maduro convocó una asamblea nacional constituyente, violando la Constitución de 1999). Pérez Jiménez, al igual que Maduro, contaba con todos los poderes, incluida la Fuerza Armada. Sin embargo, a las seis semanas de consumado el fraude, aquel dictador tuvo que escaparse del país. Aquí hay que hacer una aclaratoria: en épocas del dictador Marcos Evangelista no existía la presión internacional que actualmente arrincona a Maduro. Y con todo y eso, tuvo que huir. Saquen ustedes sus conclusiones para que luego levanten el ánimo.
Hoy quiero despedir esta columna con algo que he dicho muchas veces: tengan la seguridad de que de esta tiranía vamos a salir, pero para ello debemos dejar los necios nacionalismos, porque necesitaremos ayuda extranjera y tendremos que aceptarla, como está establecido en los tratados y pactos internacionales.
No podemos afligirnos, así sintamos que se nos mueve el piso o que el techo se nos caiga, porque millones de venezolanos tenemos las alforjas repletas de coraje y de dignidad. No nos van a doblar. Debemos aprender de estos errores y respetar el sentido común. Dejar de ver espejismos que nos puedan desilusionar al poco tiempo. Tengamos fe en que ese país de nuestros sueños, que nos merecemos, lo construiremos con la cabeza y con el corazón; repito, es menester buscar ayuda en otras latitudes y tenemos que decirlo sin complejos. Tenemos la inteligencia, pero necesitamos una fuerza para desmontar a la delincuencia que hoy mantiene el poder en el país. La fuerza no es para asesinar sino para prevenir.
Pa’ lante Venezuela.
Vía El Nacional.