Está bien que los políticos –incluidos los que se llaman revolucionarios- en épocas de profundas dificultades sea en el poder o en la oposición, invoquen la protección y ayuda del Dios Todopoderoso para que les de una mano y pueden salir de los atascos en que, por lo general, los sumerge su torpeza y ambición. Lo que no habíamos visto hasta anoche, cuando Nicolás Maduro le presento su “Memoria y Cuenta” a la AN, era que un presidente le pasará a la bondad del Ser Supremo la responsabilidad de que su país escapara de la catástrofe económica en que, precisamente, las pésimas políticas del “hijo del presidente eterno” la han despeñando
“He hecho un conjunto de iniciativas para favorecer en sustitución de importaciones y optimización del uso de divisas” dijo Maduro. “Porque son menos divisas. De 96$ el barril a 40$. Pero nunca nos faltará Dios. Dios proveerá”.
En otras palabras, que, si como se prevé, la irrefrenable tendencia al gasto que es la marca de fábrica de los socialistas y revolucionarios venezolanos, no permite que las divisas disponibles le signifiquen al país un funcionamiento mediante viable, entonces la culpa no es del presidente, sino de Dios.
Acusación, tan injusta, como inmerecida y de la que el Dios Padre podrá sacudirse alegando que, no solamente no le gusta la política, sino que detesta la economía y que por eso creó a los hombres con el sentido común suficiente para que no se equivocaran en asuntos tan elementales.
Ahora bien, que los políticos no lo usen y más bien se pierdan por caminos empedrados como la justicia social, el igualitarismo y los precios justos, no es cuestión que incumbe al Todopoderoso, quien nos trajo al mundo como somos y no como quieren los utopistas.
De ahí que -no me cabe ninguna duda- Dios no proveerá a Maduro sino de un terrible jalón de orejas por torpe, terco y estarle pidiendo lo que no puede hacer.
Por Manuel Malaver / El Diario de Caracas