Para la feligresía de la Iglesia Católica venezolana (la mayoritaria del país), ha sido una sorpresa y una decepción la mediación del Vaticano en el diálogo que, con tan pésimos resultados para la democracia, se viene realizando en el país.
Y es que, siendo el régimen castrochavista que desde hace 17 años azota a Venezuela, un enemigo nada simulado de los cardenales, obispos y sacerdotes que lo han enfrentado por sus constantes violaciones de los derechos humanos, su precario apego a la Constitución y la siembra de un odio enfermizo y fanático que terminó separando a la familia venezolana, pues se hubiera esperado que la mediación papal fuera más cristiana, católica y de respaldo a quienes, tanto dentro, como fuera del país, luchan porque la libertad y la democracia vuelvan a irradiar en la tierra de los libertadores de Sudamérica.
Pero no, incomprensible e inexcusablemente, desde que el 24 de octubre, un enviado especial del Papa, Monseñor, Emil Paúl Tscherrig, apareció en Caracas, anunciando que se iniciaba un diálogo entre gobierno y oposición, resultó evidente que la Santa Sede ha estado más cerca de posiciones políticas favorables a Maduro, que de las que sustenta la oposición.
Tal, por ejemplo, la tesis de que “si no hay diálogo habría guerra civil”, cuando en realidad, tal intención, si existiese, habría que atribuírsela al régimen y no a la oposición, pues, es Maduro quien viola la Constitución al no aceptar un Referendo Revocatorio convocado por partidos opositores para que el pueblo decida si le revoca o no su mandato.
En otras palabras, que violar la Constitución a cambio de evitar la guerra civil, no puede ser una opción para los demócratas, pues tal exhabrupto, significaría inundar el mundo de dictadores a costa de una paz inconstitucional y contraria a la dignidad humana.
De otra parte, si ya no hay una guerra en Venezuela, es porque la sociedad venezolana, y la comunidad internacional prefieren velarla al no clasificar la catastrófica humanitaria como la consecuencia de la implantación en el país de un sistema dictatorial y comunista que ha decretado la ruina para que el pueblo se someta por el hambre y las enfermedades
Para que contribuyera a la solución de tan oscura y perversa realidad fue por lo que el pueblo católico saludó con optimismo la mediación papal, que, para su estupefacción, terminó con una apuesta por la dictadura y no por la democracia.
Una verdad lacerante que, como toda señal religiosa hiere en lo más hondo a una fe secular e indestructible que perdurará, a pesar de la no confiabilidad en “el representante de Dios en la tierra”.
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