Leonardo Vera
El arte de la guerra se basa en el engaño… Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera. Sun Tzu.
Luego de que el Consejo Nacional Electoral decidiera suspender la recolección del 20% de las firmas del padrón electoral que daría paso al referendo revocatorio presidencial contra Nicolás Maduro, el parlamento venezolano se dispuso a llevar a cabo, el día Domingo 23 de Octubre, una sesión extraordinaria para proceder a “restituir el hilo constitucional”. La sesión tuvo que ser interrumpida luego que una turba enardecida y armada de simpatizantes gubernamentales se abriera paso violentamente en la sede de la Asamblea Nacional, recordando los sucesos de 1848 cuando el General José Tadeo Monagas ordenó ocupar el Congreso dando muerte a varios parlamentarios. No hubo muertes que lamentar esta vez, pero si parlamentarios heridos y vejados, y periodistas que denunciaron haber sido víctimas de robos. Varios parlamentarios de la oposición declararon de inmediato que el asalto fue dirigido por el Alcalde de Caracas, Jorge Rodriguez.
Unas horas después del asalto al parlamento, el día lunes 24, las cámaras de la televisión oficial mostraban las sorpresivas imágenes de un supuesto encuentro entre la oposición y el gobierno convocado por Emil Paul Tscherrig, un enviado de última hora del Vaticano a Venezuela, quien anunciaba en buena voz que ambas partes -gobierno y oposición- se comprometían a iniciar conversaciones el 30 de octubre en la Isla de Margarita. Las imágenes mostraban una mesa en U presidida por Tscherrig y los ex presidentes Rodriguez Zapatero, Fernández y Torrijos. A un costado Jesus (chuo) Torrealba, Secretario General de La Unidad Democrática, sentado solitariamente y al otro un trío de representantes gubernamentales, entre otros, Jorge Rodriguez, quien tuvo al menos la oportunidad de cambiar su atavío.
La oposición democrática fue parada en seco. Sus principales líderes fueron tomados por sorpresa. Algunos incluso declararon que no sabían que era todo aquello. Jalonada hacia otra agenda, la oposición ni siquiera pudo desarrollar respuesta alguna frente al descarado oficio del gobierno de suspender el referéndum y de cerrar la salida democrática a la crisis política. El mismo gobierno que por meses ha perseguido y secuestrado selectivamente a líderes políticos, que por tres años a hundido a la economía venezolana en la más horrenda crisis que recuerden generaciones, ese gobierno que ahora violaba un derecho político fundamental consagrado en la constitución, que horas antes asaltaba la sede del parlamento, encontraba un extraordinario salvoconducto, la Santa Sede.
A petición del Vaticano la oposición democrática suspendió entonces su agenda política programada: la ejecución de un juicio de responsabilidad política que la Asamblea Nacional preparaba contra el Presidente Maduro, y la suspensión de una concentración hacia la sede de gobierno, para reclamar la devolución del referéndum revocatorio. Todo se hizo frio. Hasta la posibilidad de activar la carta democrática en la OEA y de exponer a la censura y suspensión a Venezuela en el Mercosur. Un precio sin duda elevado.
Sin estar preparada para el nuevo desafío la oposición democrática ha sido sentada en una mesa al parecer sin clara conciencia de las implicaciones que un proceso de conversaciones puede tener para su agenda.
Un proceso de diálogo y conversaciones cuando existen grados altos de incompatibilidad en los intereses en conflicto puede tomar un prolongado tiempo, normalmente indefinido de antemano. Ese es el caso venezolano, donde el máximo costo del gobierno (su salida en elecciones) es la máxima aspiración de la oposición. El mayor interés del gobierno en éste juego es parar la salida electoral, pues es la manera de garantizar su supervivencia en el poder y para ello requiere darle largas al asunto. Por el contrario, para la oposición el tiempo apremia. La salida de Maduro por un mecanismo de referéndum sólo es posible si éste se celebra éste mismo año. Así que al sentarse en la mesa la oposición tenía que saber a lo que renunciaba.
Por no tener éste aspecto claro, ahora la oposición paga y el gobierno saca ventaja de la posición ganada y elabora una estrategia hacia adelante. Una semana después del anuncio del Vaticano, Maduro se apareció en la mesa de negociación alabando y coqueteando con los negociadores de la Unidad Democrática. Sembró la duda entre el activo más preciado la Unidad, su base popular. Una semana más tarde le alargó un comunicado a los negociadores y como los de la Unidad estaban apremiados por los tiempos que ellos mismos se impusieron, terminaron por firmarlo.
¿Qué establece el comunicado acordado por ambas partes en presencia de los ex presidentes y el nuncio argentino enviado por el Vaticano? Palabras más o palabras menos, que acuerdan sostener un combate contra las acciones de sabotaje, boicot y agresión económica (no se señalan concretamente de donde provendrían estas acciones) para sacar a la economía de la crisis económica; que emplazan a los poderes públicos a buscar una solución para sacar a la Asamblea Nacional de su condición de desacato; y que trabajaran conjuntamente para el nombramiento de los dos rectores del Consejo Nacional Electoral, que culminan su mandato en diciembre 2016. Desde luego, ni el tema electoral, ni la ayuda humanitaria, ni la liberación de los presos políticos, las banderas que meses antes la Unidad Democrática señaló como condicionantes para ir a una mesa de diálogo, no aparecen en estos primeros acuerdos. No podía ser de otro modo. Después de todo esto apenas está empezando.
Ahora bien, ¿qué es lo que está de fondo en éste comunicado? Con la escusa del boicot y el sabotaje a la economía el gobierno pretende alinear a la oposición en la estrategia de seguir gobernando por la vía del estado de emergencia y de excepción, una vía que además pone en grave riesgo ciertas garantías democráticas. Por otro lado, la forma jurídica que le impone éste acuerdo a la Asamblea Nacional para salir del desacato es desincorporando a los diputados del Estado Amazonas, perdiendo así la oposición en la Asamblea las 2/3 partes vitales para avanzar en asuntos claves del juego político. Ese será el momento para elegir a los dos nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral, en una negociación donde cada parcialidad deberá ser complacida. Así que el gobierno aspiraría a seguir teniendo el control del CNE con tres de sus cinco rectores.
Desde luego en tanto el acuerdo sea leído por la base opositora y otros líderes de la coalición como un mal arreglo, los riesgos de fractura se incrementan y las posibilidades del gobierno de cara a unas elecciones para el año 2018 se incrementan. Por otro lado, el control de CNE es la mejor bisagra para asegurar tiempo y condiciones para salir victorioso. Así mientras el gobierno de Maduro sueña, la oposición se debate en sus propias contradicciones.
*El autor es economista por la Universidad Central de Venezuela, Master en Economía por Roosevelt University, Chicago, Ph.D. en Economía en la University of East London. Actualmente es profesor de la Maestría en Teoría y Política Económica de FACES, «Andrés Bello Fellow» de la Universidad de Oxford