Manuel Malaver
No es fácil que las nuevas generaciones de Panamá y Venezuela precisen quién fue –o es-el general, Manuel Antonio Noriega, el hombre que gobernó con mano de hierro el país del Istmo desde 1983 a 1989, se negó con todas las formas de violencia posible a reconocer que la oposición democrática contaba con el apoyo de las mayorías panameñas para sucederlo electoral y democráticamente y terminó siendo derrocado por una invasión del Ejército de los Estados Unidos, país que lo acusaba de narcotraficante, de violar los derechos humanos de los panameños, de corruptelas sin límites ni ponderación, y donde, hace poco meses, terminó de purgar una condena de 30 años de cárcel.
A quién si conocen con toda seguridad es a Nicolás Maduro, presidente en los últimos cuatro años de la República Bolivariana de Venezuela, y el cual, sin ser militar sino un civil con escaso o nulo conocimiento de los temas castrenses, se mantiene en la máxima magistratura de Venezuela, puede decirse que imitando de manera audaz y asombrosa al convicto y aun subjudice “hombre fuerte de Panamá”.
Y es que, así como Noriega -quien había sido el sucesor del difunto general Omar Torrijos-, se negó durante seis años aceptar que la mayoría de los panameños tenía el derecho de elegir a quien ellos pensaran debía sucederlo en el poder, de igual manera, Maduro, se lo está negando a una mayoría de venezolanos, que, durante todo el año pasado y los primeros meses del actual, se han volcado a las calles para pedirle elecciones, bien para revocarle el mandato, o bien, para elegir nuevos gobernadores y alcaldes.
Lo vio el mundo hace 29 años en las calles de Ciudad de Panamá, cuando los heridos, encarcelados y desaparecidos eran cosa de todos los días, y lo vio ayer en las calles de Caracas, cuando la ciudad fue tomada por cuerpos policiales maduristas para reprimir manifestantes que respaldaban a la Asamblea Nacional en su lucha para que la Constitución y las Leyes sean respetadas por grupos del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial que han perpetrado un golpe de Estado.
Y lo está viendo, también, la comunidad internacional, en su máxima representación regional, la OEA, que así como hace 29 años buscó una solución negociada y democrática a la crisis panameña, lo hace ahora frente a la crisis venezolana.
Pero Noriega no creía en “soluciones negociadas, ni democráticas” y se alzó en armas contra de la OEA y del país que juzgaba su máximo enemigo dentro y fuera del organismo: los Estados Unidos de Norteamérica.
Y todos los días presidía mitines y marchas por las calles de Ciudad Panamá, con campesinos de sombreros de palma y machete en mano, y hablaba, y farfullaba, y proclamaba diciendo que ahí estaban los soldados con los cuales haría añicos a los enemigos que se atrevieran a desafiar e invadir el país.
Es decir que, poco menos que lo que hace Maduro en estos días, cuando se niega a respetar la “Carta Democrática Interamericana” y dice que está al frente de un ejército de soldados revolucionarios con los cuales dará cuentas de la OEA y de los Estados Unidos.
Pero la invasión de Panamá por Estados Unidos ocurrió y ni los soldados, ni los campesinos norieguistas hicieron resistencia, y en cuestión de horas o días, Noriega fue destituido, su gobierno puesto en manos del pueblo de Panamá y el general fue presentado ante tribunales norteamericanos que lo juzgaron y condenaron por narcotraficante y violador de los derechos humanos de los panameños.
Quiere decir que, culminando el parecido entre Noriega y Maduro ¿estoy pronosticando que Venezuela será dentro de poco invadida por los Estados Unidos, Maduro y su gobierno desfenestrados, y el “hombre que habla con los pájaros” juzgado y condenado por narcotraficante y violador de los derechos humanos de los venezolanos en tribunales y cortes norteamericanos?
Por supuesto que no, y básicamente, porque el orden jurídico internacional ha cambiado enormemente de Noriega a Maduro, y ya no es admisible en el mundo democrático y civilizado que un país invada a otro sino tiene el apoyo, respaldo y mandato de un grupo de naciones consorciados en una multilateral.
Y para eso se han creado la ONU para el mundo, la UE para Europa y la OEA para América, organizaciones que, en el marco de sus constituciones, pueden disponer que tal miembro ha violentado la norma común y debe ser sancionado, sea, expulsándolo de sus filas o derrocando su gobierno.
En el caso de Noriega y Maduro hemos hablado de la OEA y la OEA de Maduro, a diferencia de la de Noriega, tiene una “Carta Democrática” que establece las penalidades que se aplicarían a los miembros en caso de que violen sus principios.
Ya el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ha pedido que a Maduro se le aplique la “Carta Democrática”, y el proceso se ha activado, y si llegara hacerse efectivo, es evidente que el gobierno de Maduro, no solo no podría seguir siendo miembro de la organización, sino que, por alguna forma o metódica, sería derrocado.