Lo dice la experiencia histórica mundial que puede remontarse a los tiempos del imperio romano, y que es que, para iniciar un diálogo, la parte interesada debe empezar dando una prueba de “buena fe”.
Así lo vimos –para solo hablar de la experiencia de diálogo más reciente-, la que concluyó después de cuatro años de negociación entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, cuando el primero, aparte de soltar presos emblemáticos de la guerrilla, decretó un cese de fuego unilateral que no pudo resultar más disuasivo.
¿Puede decirse lo mismo del diálogo que se inició anoche entre el régimen de Nicolás Maduro y la MUD, cuando, ni siquiera se anunció una promesa informal para la realización del Revocatorio y los cien presos de la oposición siguen tan presos como cuando entraron a las cárceles?
Y eso que uno de los partidos con más ranking de la oposición, Voluntad Popular, lo esgrimió como condición para participar en el diálogo y el régimen, no solo lo negó, sino que logró que partidos “dialogantes” como Primero Justicia, Acción Democrática y UNT lo aceptaran.
Pensamos que, de igual manera, líderes y partidos importantes de la oposición como Antonio Ledezma de “Alianza Bravo Pueblo” y María Corina Machado, de “Vente Venezuela” hubiesen tenido el tema de los presos como condicionantes y que, igual, se les habría negado.
En otras palabras, que la MUD, no solo va al diálogo sin una prueba que constate la “buena fe” del gobierno, sino que va coja, sin cuatro de sus líderes fundamentales, si incluimos a Henrique Capriles y ello nos obliga a pensar que, lejos de fortalecer la línea opositora para obligar a Maduro a aceptar el Revocatorio o a renunciar, puede haber empezado a debilitarse.
Todo lo cual no quiere decir que, la sociedad civil, independiente de lo que ocurra en un diálogo que no empieza bien, lo enderece manteniendo la agencia de la calle y continúe desestabilizando a un gobierno cuyo futuro más seguro es la implosión.