No hay un solo día sin que los pocos medios independientes que sobreviven en el país, y las redes sociales, no informen de multitudes que, desesperadas, se lanzan a las calles a buscar comida y, al no encontrarla, saquean bodegas, abastos, mercados y supermercados donde aún se expenden algunos alimentos.
Ayer fue en Cumaná y Mérida, el fin de semana en ciudades y pueblos del Estado Trujillo, durante el curso de los últimos 15 días en San Juan de los Morros, Ortiz, Guarenas, Guatire y Maracaibo que fueron escenarios de graves enfrentamientos entre los que piden comida y los que se la niegan, con saldos de muertos y heridos.
Todo lo cual quiere decir que la lucha es también por la libertad, pues solo quienes se empeñan en pisotear el derecho a manifestar y protestar que garantiza la constitución, son capaces de arrebatársela a los ciudadanos a sangre y fuego.
Ciudadanos enfrentados a una dictadura, a la peor dictadura, que es la comunista-castrista, que parece haber encontrado la fórmula para imponerse por decenas de años entre hambrientos y esclavos.
Pero no en Venezuela, el país fundador de la libertad en Sudamérica y artífice de la experiencia democrática más estable y exitosa de la región (duró 40 años) y que está demostrando en las calles que dictadura neototalitaria castrochavista NO CONTINUARÁ