Cuando días antes del inicio de la “Semana Mayor” el viernes pasado, la oposición democrática llamó al pueblo a celebrar los días santos aunándolos a las jornadas de la lucha contra la dictadura, no dudamos en afirmar que nos dirigíamos a una gesta que asombraría al mundo por la decisión de los cristianos venezolanos de hacer vivo el sacrificio de Cristo, quien murió para liberar al hombre de la muerte, las tinieblas, la mentira y el mal.
Y día tras día, en Caracas y ciudades y pueblos del interior, hemos visto a los venezolanos en la calle, protestando, y con la única fuerza de la verdad y la libertad en las manos, dándole la cara a los enemigos de la Constitución, la paz y los derechos humanos, los cuales, aunque armados hasta los dientes de fusiles y de bombas, han tenido que retroceder ante el empuje de los que no temen a nada.
Y menos a dictadores, corruptos, narcotraficantes y agentes de poderes extranjeros, empeñados en violar los derechos humanos, transgredir la independencia de los poderes y negarse a permitir una salida de la crisis política, económica y social a destruye al país, a través de la celebración de unas elecciones generales.
Por eso, que se olvide Maduro y la pandilla de malvivientes que lo secundan, que los venezolanos van a darle tregua en los días que restan de la “Semana Mayor”, que se alejaran de la consigna que se ha hecho una prueba de fe, de que la observancia y el cumplimiento de nuestros deberes para con Dios, son imposibles si no ponemos fin a la tiranía, mandamos a los corruptos y delincuentes a las cárceles, y volvemos a ser de Venezuela una tierra de paz, democracia y libertad.
“La Semana Santa”, que es el rito fundamental de la Cristiandad, concluye con el sábado de gloria y el domingo de resurrección, pues bien, logremos que este sábado y este domingo sean también de gloria y resurrección de la libertad y la democracia venezolanas.