No pudo Maduro, y su diplomacia de comiquita, evitar que, con el amago de diálogo de Punta Cana, la oposición continuara apoyando al Secretario Ejecutivo de la OEA, Luis Almagro, para la activación de la Carta Democrática, y, mucho menos, que se distrajera en su empeño de convocarle un “Referendo Revocatorio” para este mismo año.
Y es que, como dijera el excandidato presidencial y gobernador del Estado Miranda, Henrique Capriles, Maduro no buscaba el diálogo “sino para ganar tiempo”, y refrendará el dirigente de Voluntad Popular, Carlos Vecchio, “la dictadura jamás ha estado interesada en el diálogo”.
Y no lo podía estar, si el mismo significaba el fin de la represión contra los venezolanos que luchan contra la dictadura, torcerle el brazo a la crisis humanitaria que usa políticamente para minar la resistencia del pueblo y someterse, sin atrasos ni marramucias, a un mandato constitucional que le impone permitir que los electores revoquen o no su mandato a la mitad del período.
De modo que, la batalla de la oposición y del pueblo de Venezuela por ponerle fin a la peor dictadura de las tantas que han asolado al país en sus 200 años de vida republicana, continúa como antes de Punta de Cana y el pueblo venezolano con su decisión de rescatar la democracia, la libertad, los derechos humanos y expulsar del territorio nacional a ocupantes extranjeros como Maduro y los cubanos.
Manuel Malaver