El conflicto entre Irán y Arabia Saudita ya es regional
Irán y Arabia Saudita se consideran los representantes de las dos grandes ramas, divididas y enfrentadas del Islam: chiitas y sunitas, respectivamente. Más allá de cuestiones coyunturales – como el desacuerdo sobre Siria o Irak, el petróleo, y la situación en Yemen – ésta es la base de una rivalidad tan antigua como extrema.
El enfrentamiento entre estos archienemigos se encuentra en un punto crítico desde que Arabia Saudita ejecutara al clérigo chiita Nimr Baqir al Nimr, a lo cual siguió el ataque y destrucción de la embajada y un consulado saudíes en Irán. Las autoridades sauditas acusan a las iraníes de haber permitido – e incluso incentivado – el ataque a sus representaciones diplomáticas.
Arabia Saudita rompió sus relaciones diplomáticas con Irán y le siguieron distintos países sunitas, que tomaron medidas similares. Sudán y Bahréin también cortaron las relaciones, los Emiratos Árabes Unidos las rebajaron al nivel de encargado de negocios, y hubo declaraciones de condena a Irán en Qatar, Kuwait y Mauritania.
La prensa árabe de esos países destaca hoy ampliamente el “aislamiento” de Irán y el reino saudita ya anunció la suspensión de vuelos entre ambos países, como punta de iceberg de futuras “sanciones”.
Varios analistas en la región se preguntan en las últimas horas qué opciones tienen ahora tanto Arabia Saudita como Irán, y si esta escalada en la rivalidad – que por el momento se traduce en declaraciones, amenazas y gestos – podría desembocar en un conflicto armado.
Por un lado, Irán se encuentra en un momento en que su situación mejora, después de la firma del tratado nuclear con las potencias que Arabia Saudita intentó infructuosamente boicotear, y una incipiente reinserción en la comunidad internacional. Al mismo tiempo, si bien la monarquía es sunita, en el reino hay zonas de mayoría chiita a las que Irán podría incitar a salir a las calles o a una rebelión que amenace la estabilidad del gobierno.
Por su parte, Arabia Saudita tiene pocas posibilidades de actuar contra los intereses de Irán en Líbano y Siria, donde Rusia ha cambiado últimamente el equilibrio de fuerzas ante las milicias rebeldes apoyadas por la monarquía. Tampoco en Yemen, donde por el momento la coalición que lidera la monarquía saudita se enfrenta a los rebeldes hutíes apoyados por Irán, y ninguna de las partes ha logrado por el momento una victoria militar clara y sostenida. Tampoco consiguen sostener un diálogo de paz verdadero, ni siquiera un cese de fuego limitado.
Por lo tanto, la estrategia saudita es aislar a Irán y afectar sus relaciones con el mundo árabe sunita, con la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo. Por el momento, no parece haber signos de un enfrentamiento bélico inminente o a mediano plazo entre
Teherán y Riad, pero queda claro que el conflicto entre estos dos adalides sunita y chiita ya no es bilateral, sino claramente regional y está en camino de profundizar aún más el cisma del Islam.