Es posible que Felipe González esté extrañado del pánico que le provoca al gobierno de Maduro, de la indisposición que lo invade desde que se anunció que el expresidente del gobierno español se uniría a la defensa de Leopoldo López.
Gesto que es más simbólico que otra cosa, pues ni Felipe González es experto en los laberintos de la “justicia” madurista, ni el equipo defensor contará con el tiempo necesario para introducirlo en tan peligrosa materia.
De modo que, un gobierno sensato, sencillamente, dejaría que Felipe venga a saludar a sus amigos, tal vez a visitar los presos políticos, reunirse con los abogados, dar una rueda de prensa y se acabó la emergencia y el país, el gobierno y la oposición seguirían como siempre.
Pero no, pareciera que Maduro y su gente juzgan como demasiado atractiva la oportunidad para hacer el ridículo y, en efecto, lo están haciendo.
El show comenzó cuando la cancillera, Delcy Rodríguez, anunció que González no podía ejercer la abogacía en Venezuela porque no contaba con credenciales, siguió cuando otro funcionario dijo que era porque no tenía licencia para conducir y ya va por la resolución que aprobó ayer la AN de declararlo “persona no grata”.
Medidas -o conatos de medidas- que en ningún sentido son causal para que un extranjero ingrese al país, y así, el tozudo andaluz continúa diciendo que “pronto estará en Venezuela”.
No nos atrevemos a predecir cuáles serán las próximas disposiciones que tomará el gobierno contra el político español, pero ojalá que no sean como quitarle la nacionalidad venezolana, la latinoamericana o la española
No se rían, que cualquier babiecada puede esperarse de una administración que en la mañana dice que es un amigo “incomprendido” de los Estados Unidos, en la tarde que invadirá al imperialismo yanqui, y en la noche que no es necesario por que lo tiene de rodillas.
Gobierno de locos, pero de locos peligrosos.