Nunca se había dado la circunstancia de que el regreso a clase de los niños venezolanos en la apertura del año escolar 2014-15, coincidiera con la epidemia del mosquito chikungunya, la falta de medicamentos y de libertad de expresión para denunciarlas
Un suceso feliz y tres infelices que, sin lugar a dudas, revelan el despeñadero por el que el gobierno de “Maduro y sus militares” están lanzando al país, sin otro propósito que imponernos una dictadura y que para hacer feliz al pueblo,
Estado de alma que nadie le estaba pidiendo, puesto que, si alguien decide que el objetivo de su vida es alcanzar un bien sobre el que existen tantas disparidades de criterios en cuando a la posibilidad y utilidad de obtenerlo, pues lo más indicado es que los busque por sí mismo.
Maduro, por el contrario, piensa que ese es su destino como gobernante (procurarle la felicidad a los demás) y en esa tarea el país se le infestó de chicungunya y de más y más contaminados que piden a gritos medicamentos y tratamientos para combatirlos.
No existen, y como Maduro no quiere que se sepa, pues lleva año y medio asfixiando la libertad de expresión, para que no hay ni medios ni comunicadores que informen al país y al planeta que Venezuela, el principal país exportador de petróleo del mundo, no tiene recursos para evitar que sus escolares puedan caer víctimas de una epidemia como las que destruyen, ocasionalmente, a los países más pobres de Asía y África.
En definitiva que un concepto bien extraño de la felicidad y que se reduce a callarle la boca a los 28 millones de venezolanos,