Manuel Malaver
Maduro está con el agua al cuello porque el 80 por ciento de los venezolanos decidió sacarlo de Miraflores en las primeras elecciones que se le presenten.Pero, por supuesto, que no es a causa de ningún canal de televisión, ni de medios impresos, ni emisoras de radio que Maduro hace tiempo compró, o asfixió negándoles papel, equipos y publicidad, porque en el pequeño mundo de su pequeño cerebro persiste la idea –cara al doctor Goebbels- de que, si una noticia no se difunde, es como si no existiera.
El problema para Maduro y la claque de corruptos, incompetentes y violadores de los derechos humanos que lo secundan, es que la noticia por la cual los venezolanos concluyeron convirtiéndolo en el peor presidente de la historia del país, es que los está matando de hambre, pues día a día deben salir de sus casas de madrugada a hacer largas colas que pueden durar hasta la noche, para procurarse un paquete de harina pan, un kilo de arroz, unos gramos de carne, otros de azúcar o medio litro de aceite para sobrevivir.
Y lo mismo pasa con las medicinas, desaparecidas de los anaqueles de farmacias, clínicas y hospitales hasta en un 75 por ciento, de modo que, por esta u otra enfermedad, una gripe, un alza de tensión, o cualquier infección viral o bacteriana, pueden morir como en cualquier país del quinto mundo donde la pobreza hunde a sus pueblos en el siglo antepasado.
La otra cuestión es que, hasta hace 18 años, cuando Chávez primero, y Maduro después, tomaron el poder para instaurar el socialismo, Venezuela era un país rico, de los más ricos de Suramérica, que siempre mantuvo abiertas sus fronteras para acoger a los pobres de la región, mientras que ahora son los venezolanos quienes salen por millones a refugiarse dentro o fuera del continente.
Y eso, insistimos, no es porque CNN, ni El Carabobeño, ni El Impulso, ni La Razón, -los últimos medios en la mira de los asesinos de la libertad de expresión- conspiren, o formen parte de una suerte de cruzada para minar la enclenque existencia del castromadurismo, sino porque los venezolanos, los latinoamericanos y el mundo saben que en Venezuela ha anclado una de las peores plagas que conoce la historia: el totalitarismo comunista y marxista.
Afortunadamente, más del 95 por ciento de la superficie del planeta está libre de la existencia de tamaña monstruosidad y anomalía, puesto que, solo sobreviven en su versión más extrema en Cuba y Corea del Norte, y en la menos mortal, en un grupúsculo de países cuyos actuales gobiernos pronto no serán más que un recuerdo, un atroz recuerdo.
Entre ellos, incluyo a la Venezuela de Maduro que, no superará la intoxicación de pretender acabar con un derecho humano que es tan sagrado como el derecho a respirar: la libertad de expresión.
Para mis colegas de CNN en español, por último, todo mi solidaridad y afecto y una promesa: pronto estarán de nuevo en Venezuela