Manuel Malaver
Definitivamente, Jorge Rodríguez, pasará a la historia, no solo como uno de los pocos psiquiatras en hacer una larga y tormentosa carrera política, sino en exhibirse ante la opinión pública como un caso grave de perturbación mental lo que no puede sino tomarse como una cátedra de psicopatología colectiva.
Con esto demuestra que padece de un Síndrome maníacodepresivo que nos enseña lo desequilibrado que está por los resultados de su gestión política al frente del la Alcaldía Libertador, la cual se encuentra colapsada y convertida en un auténtico problema de salud pública.
Imagínense que ya la agudización del cuadro clínico de Rodríguez va por la ejecución de robos y quizás falsificaciones, como fueron los que presuntamente hizo con planillas firmadas por opositores que descalificó, -usurpando la autoridad del CNE-, con el alegato de que eran fruto del trucaje y el engaño.
Desplante que no es sino la confesión de una impotencia: la de no poder evitar la celebración del Referendo Revocatorio, ni desprenderse de la estrepitosa derrota que aguarda a Maduro por más de 10 millones de votos.
Pero no es todo, ni lo peor, sino que, incapaz de soportar la evidencia de que la mayoría del pueblo venezolano no tiene ya ninguna identidad con el chavismo, Rodríguez la ha agarrado ahora por insultar a líderes opositores a diestra y siniestra, pero por mas que delire y desvaríe: “insulto no mata voto”.
El caso es que, ya Rodríguez no parece alcalde, ni psiquiatra, ni socialista, ni político, ni nada, sino un patético loquito de carretera que, por sobradas razones, merecería el manicomio y no la cárcel, aunque no debe descartarse que en estos días en que el gobierno de Maduro siembra el pánico para que lo dejen raspar la olla, quien quita si el psiquiatra también activó su cucharón.
Pero este artículo no es una denuncia sobre hechos penales, sino clínicos, y que, además, atañen a un psiquiatra, al cual, si no se le puede pedir que se automedique, al menos le pedimos que pierda el miedo porque dentro de menos de seis meses, más 10 millones de venezolanos decidirán despedir a Maduro y con él, al psiquiatra que se volvió loco.