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Como no hay en ningún manual de política, ni de filosofía una razón que explique la precipitación de un régimen a un final de locura, no me queda sino establecer que la caída de los precios del petróleo a menos de 50 dólares, nos ubican en el por qué Maduro y sus compinches han pasado las últimas 48 horas pidiendo a gritos que se los lleven al manicomio.
De manera inconsciente, desde luego, pues es característica de este tipo de enfermos, ser los últimos en admitir que ya su espacio en el mundo es entre los privados de salud mental.
Situación tolerable si nos toca tratar, o sufrir, desquiciados que, aparte de hablar insensateces, le promueven daños a la sociedad relativamente benignos y reparables.
No es el caso de Maduro y sus compinches, quienes. ya van por el expediente repugnante y macabro de aprovechar el crimen de unos psicópatas para atribuírselo a un grupo de líderes opositores.
Es como si de repente “los locos que nos desgobiernan”, decidieron competir en crueldad y criminalidad con los asesinos y aparecer en el centro de un abominable hecho cuya factura sangrienta no se podían perder.
Decididamente, cinismo de unos seudorrevolucionarios que se aburren, ya que, aparte de no deberle el poder a un solo hecho de guerra, gastan sus días incitando todo tipo de violencia, pero sin que nadie los tome en serio.
Cuando había petróleo a 100 dólares el barril era diferente, pues la chequera repleta de petrodólares y la facultad de quitarle la luz a quien los ignorara, les granjeaba algún respeto.
Hoy el petróleo rodó a menos de 40 dólares y los aburridos revolucionarios venezolanos entraron en pánico: los espera un futuro de “payasos corruptos” con tan poca imaginación que, no se ocupan de la crisis que corroe al país, aunque sea para matar el tiempo.
Corrieron, si, a amarrarse al cuello de unos asesinos, a tomarlos como la última tabla de salvación para no pasar por la vergüenza de dejar el poder en diciembre por una abrumadora mayoría de votos.