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Era de suponerse, pero uno siempre desconfía que los niveles de cinismo del gobierno puedan extenderse sin límites. Al extremo de que, el presidente Maduro ya no solo miente, sino que lo hace con una torpeza tan burda, que cuesta creer no sea simulada. Es el costo de tener en la presidencia a un actor de tercera, inconexo aun para presentar los videos que aportó como pruebas que de Robert Serra fue asesinado por paramilitares colombianos que seguían órdenes del alto mando de criminales y terroristas del uribismo.
Y es que “el Colombia”, acusado por Maduro de la horrenda fechoría, no vivía en el hermano país desde hacía muchísimos años –si es que se trata de “un colombiano”- sino que era todo un “pran” que habitaba en uno de los edificios de la Misión Vivienda de La Paz que, por más señas, se llaman “Rodeo 1” y “Rodeo 2”.
En tamaño convento vivía también el jefe de los escoltas de Serra, Eduin Torres Camacho, que, según el detective, Maduro, es comprado por el perverso “Colombia”, y de conjunto, secundado por otros cuatros matones, proceden a ultimar al diputado.
“En solo cinco minutos” aclara Maduro mientras presenta unos videos chimbos “cinco minutos en que amarran a Serra, le meten 36 puñaladas, se roban dos maletines, y ya para marcharse, le ponen un tirro en la boca, y también asesinan a la amiga y colaboradora de toda la vida de Robert, María Herrera”.
En otras palabras: que toda una película en “cámara rápida” (fast camera), en la que víctima y victimarios actúan como sin saber lo que está pasando, pero para darle al presidente de un país sudamericano la oportunidad de contar la mentira más larga y truculenta de su vida.
Una en la que pudo quedarse sin público, audio, flashes, tomas, mientras solo y lastimosamente se dirigía a apagar las luces del auditorio. FIN.