¿Quién lo entiende? Pero Maduro o es un caso de hipocresía extrema, o un jefe de Estado cuyas pocos luces no le permiten dilucidar sobre las políticas nacionales y la influencia que ejercen en el mundo global. Si no, no hubiera hecho el ridículo descomunal de ayer en Nueva York, en la 69 Asamblea General de la ONU, cuando quizá, por no encontrar un tema sobre el cual llamar la atención, se lanzó a condenar el cambio climático, días después de liquidar el ministerio del Ambiente, despacho creado hace de 40 años, pero devaluado a viceministerio, que en Venezuela significa, hacerlo desaparecer.
Dislate, tanto más escandaloso, cuanto que se trataba del primer ministerio creado en el mundo sobre temas ambientales y que, planteaba la novedad en términos globales, de que los gobiernos se plantearán, legislaran y ejecutaran políticas sobre un tema que hace 40 años, ya se asomaba preocupante, pero sin acercarse a las fronteras dramáticas de hoy.
Y mucho anduvo el ministerio del Ambiente desde entonces, estableciendo una adelantadísima legislación de protección, desarrollo y consolidación de áreas preservadas, que deberían ser los pilares en que se afincara un crecimiento económico armónico, multifactorial y sustentable.
Pero todo hasta que llegó la revolución, un fenómeno que, tal como se demostró en la URSS, la China comunista, los países de Europa del Este, Cuba y Corea del Norte, llega hambriento de bosquesfagia y no descansa hasta que no ver desaparecida la última área verde.
No será diferente con el madurismo en Venezuela, si es que sobrevive y la mejor prueba es que el ciudadano Nicolás fue a la ONU a lanzar bravatas contra el cambio climático, sin percibir que había acabado de enterrar al ministerio del Ambiente.