No es fácil que en ningún país del mundo crean que Maduro se ha sentado con 105 ministros en el año y cuatro meses que gasta como presidente de la República. En primer lugar, porque países que nos centuplican en población (como India y China) – y tienen mil veces más problemas que nosotros-, no llegan a tamaña exageración; y en segundo, porque es doctrina harto sabida y aprendida en la administración pública contemporánea, que mientras menos inviertan los estados en burocracia, más cerca están de resolver sus déficits.
Para prueba la República Bolivariana de Venezuela en su versión chavista y madurista, que sembrando una boscosa fronda gubernamental que pasa de los 6 millones de funcionarios y ministros de cerca de 200, está técnicamente quebrada y en trance de remate.
Sería oportuno escribir una suerte de pieza de teatro del absurdo con este centenar de ministros queriendo hablar al mismo tiempo, alegando que sus prioridades son inaplazables, y Maduro poniendo orden y rogando que no hablen al mismo tiempo.
Pero eso si en realidad van a las reuniones a discutir y a plantear los problemas de sus despachos, y no a hablar de cuanto tema trajo Dios al mundo, a criticar a la oposición, a chismear, mientras degustan los infaltables negritos, una caja de Malbec llegada de Argentina, y de otra de Etiqueta Negra 25 años regalo de sus majestades los reyes del Reino de Holanda.
Que de todo puede pasar en estas periqueras de más de 100 participantes, donde lo más seguro es que a la media hora los que no están dormidos, se dediquen a pasarla bien, en tanto se le echa una jalada al presidente y se le convence para que lo ayude nombrando a su esposa registradora, notaria, o juez.
Que de todo puede pasar en tal conversatorio, menos que un presidente gobierne.