Evidentemente que la respuesta se encuentra en el hecho de que el populismo de Lula da Silva y Dilma Rousseff jamás se planteó barrer con la independencia de los poderes y así, un vigoroso Poder Judicial, ha decidido pedirles cuentas por la extremada corrupción que desataron en el país del fútbol y la samba.
Pero si lo hubieran intentado, no lo habrían logrado, pues, los trabalhistas llegaron al poder después de una elección democráticamente inobjetable, y por tal, estaban obligados a respetarla y preservarla, so pena de ser desalojados de Itamaratí.
No fue el caso de Chávez en Venezuela, que aprovechó su ascenso eleccionario al palacio de Miraflores para ir mutilando la democracia y, en especial, la independencia de los poderes, hasta convertirlos en herramientas de su “dictadura constitucional”.
La clave para el logro de tan “perfecta” tropelía consistió en que, en Venezuela, a diferencia de Brasil, los poderes independientes si se dejaron “incautar”, y en circunstancias de que pudieron resistir, e incluso, derrocar el tirano.
La vuelta de tuerca pudo llegar a Venezuela cuando el 6 de diciembre pasado los electores venezolanos traspasaron una sólida mayoría a la oposición democrática en la Asamblea Nacional pero encontrándose con la sorpresa de que, el resto de los poderes ( judicial, fiscal y electoral) se cuadraron con el dictador Maduro para que continuara siendo la cabeza del Poder Ejecutivo.
No se ve una solución fácil en el choque de poderes que vive hoy Venezuela, por más que la Asamblea Nacional podría reclamar que es el único poder democráticamente electo en unos comicios recientes, -y por mayorìa abrumadora-, en cambio que Maduro ejerce su mandato desde hace casi cuatro años y por una mayoría precaria de 200.000 votos
En Brasil el Poder Judicial es electo por el Legislativo, pero uno y otro se han unido para que el expresidente Lula da Silva y la presidenta Roussef rindan cuentas bajo amenaza, el primero, de ir a la cárcel y la segunda de ser destituida de la presidencia.
Y lo pueden lograr, porque los brasileños NO permitieron que sus Fuerzas Armadas fueran corrompidas, y los venezolanos SI.