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A principios de octubre, el representante de Arabia Saudita en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sorprendió a los presentes en un seminario en Nueva York al revelar que su país estaba dispuesto a dejar que los precios de la energía cayeran.
El mensaje de Nasser al-Dossary rompió con la ortodoxia saudita que durante décadas buscó mantener los precios altos mediante la limitación de la producción petrolera global, indicaron personas al tanto de la sesión. Esto sentó las bases para que las autoridades petroleras de Arabia Saudita suscitaran un desplome de los precios del crudo a fines del mes pasado tras persuadir a otros miembros de la OPEP a que mantuvieran su producción estable.
Países golpeados por la decisión, como Irán, Rusia y Venezuela, sospecharon que era un esfuerzo coordinado entre el reino y su aliado de larga data, Estados Unidos, para debilitar las economías y la postura geopolítica de sus enemigos.
Sin embargo, la historia de la nueva estrategia petrolera de Arabia Saudita, reconstruida a través de entrevistas con autoridades de Medio Oriente, EE.UU. y Europa, no se trata de la vieja alianza. Es más bien la historia de una naciente rivalidad, impulsada por lo que Arabia Saudita percibe como una amenaza por parte de las empresas de energía estadounidenses, indicaron estos funcionarios.
El petróleo de esquisto en lugares como Texas y Dakota del Norte ha impulsado la producción estadounidense, sustituyendo las exportaciones a EE.UU. de los miembros de la OPEP y expandiendo la sobreoferta global.
El mensaje de Dossary en octubre fue una señal de un desafío directo a las firmas energéticas de América del Norte, que la monarquía cree han avivado un exceso en el suministro, afirmaron las fuentes con conocimiento de la sesión.
Las autoridades sauditas estaban convencidas de que no podían apuntalar los precios del petróleo por sí solos ante la nueva abundancia del crudo. Además, concluyeron que muchos miembros de la OPEP se resistirían a hacer considerables recortes, al igual que grandes productores que no pertenecen al grupo, como México y Rusia. Si sólo Arabia Saudita recortaba la producción, temían las autoridades del país, otros productores aprovecharían para arrebatar cuota de mercado.
El ministro de Petróleo saudita, Ali al-Naimi, puso a prueba su conclusión 48 horas antes de la decisión de la OPEP del 27 de noviembre, al reunirse en Viena con los líderes de varios grandes países productores para coordinar un recorte en la producción. Como había sospechado, no pudo obtener un acuerdo, indicaron fuentes al tanto.
La opción que quedó fue dejar que los precios cayeran para determinar por cuánto tiempo, y a qué niveles, los productores de esquisto estadounidenses podrían seguir extrayendo.
La decisión del 27 de noviembre de la OPEP contribuyó a la caída del crudo a menos de US$60 el barril, frente a US$100 hace unos seis meses, aunque generó desacuerdo entre los miembros de la OPEP —y otros países productores— cuyas arcas se habían beneficiado de los altos precios.
Naimi dijo el jueves pasado que Arabia Saudita y la OPEP no tenían otra opción que mantener la producción a los niveles actuales ante la debilidad de los precios.
“En una situación como esta, es difícil, si no imposible para el reino y la OPEP, tomar medidas que podrían resultar en una menor cuota de mercado y mayores cuotas para otros, en momentos en los que es difícil controlar los precios”, dijo el funcionario, según lo citó la agencia de prensa saudita. Naimi no respondió a preguntas. Representantes del Ministerio de Petróleo saudita no quisieron hacer comentarios.