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07.11.14.- Hablando en general, las misiones espaciales se ubican dentro de una de tres categorías: difíciles, más difíciles y ridículamente difíciles.
Los sobrevuelos son difíciles. Una nave espacial viaja cientos de millones de kilómetros a través del oscuro vacío del espacio, divisa un planeta o luna distante y lo sobrevuela a una velocidad que varía desde 32.190 a 48.280 kilómetros por hora (de 20.000 a 30.000 millas por hora), tomando fotografías de manera frenética durante un encuentro dolorosamente breve.
Ingresar en órbita es más difícil. En vez de sobrevolar un objetivo, la nave espacial que se acerca a él frena y cambia su velocidad lo suficiente como para lograr girar alrededor del planeta. Un movimiento equivocado y la nave espacial vagará por la atmósfera, transformándose así en un meteoro accidental.
Pero aterrizar es ridículamente difícil. Simplemente observe el video de la NASA llamado “Seven Minutes of Terror” (“Siete minutos de terror”). Observar a Curiosity lanzarse en un paracaídas, impulsarse hacia atrás mediante retrocohetes y concretar su camino hacia la superficie de Marte ayudándose con una grúa raramente deja de hacer poner la piel de gallina. Desde el comienzo de la Era Espacial, las agencias espaciales de la Tierra han tenido éxito en aterrizar solamente en seis cuerpos del universo: Venus, Marte, la Luna, Titán y los asteroides 433 Eros e Itokawa.
En una maniobra que podría establecer un nuevo estándar de dificultad, la Agencia Espacial Europea está a punto de sumar un séptimo miembro a la lista. El 12 de noviembre, la nave espacial Rosetta, de la ESA, dejará caer un módulo de descenso, llamado “Philae”, sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko.
“¿Cuán difícil es este aterrizaje?”, pregunta Art Chmielewski, el gerente estadounidense del proyecto Rosetta, en el Laboratorio de Propulsión a Chorro, JPL. “Tenga en cuenta esto: el cometa se estará moviendo 40 veces más rápidamente que una bala en movimiento, girando, expulsando gas y dando la bienvenida a Rosetta a la superficie repleta de rocas, grietas, desniveles y, posiblemente, ¡metros de polvo”!
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Rosetta pasó más de un año explorando el cometa antes de que los ingenieros y los científicos se reunieran en Francia para tomar la decisión.
“Ninguno de los sitios candidatos para el aterrizaje cumplió con el 100% de los criterios operativos”, dice Stephan Ulamec, quien es el gerente del proyecto del módulo de descenso Philae, en el Centro Aeroespacial Alemán, DLR, “pero el sitio J es claramente la mejor solución”.
El sitio J es un lugar relativamente plano, sin rocas, sobre la porción más pequeña del cometa. Recibe bastante luz del Sol para los paneles solares del módulo de descenso y cuenta con un buen campo visual para las comunicaciones con Rosetta, que orbita arriba.
El descenso tomará alrededor de 7 horas; será un proceso lento que podría estar “condimentado” por impredecibles chorros de gas que podrían emerger desde el núcleo del cometa.
¿Usted pensó que 7 minutos de terror era penoso? “Estas serán Siete Horas de Terror”, dice Alexander.
Si todo sale bien, Philae descenderá lentamente y desplegará arpones para sujetarse a la superficie. Un equipo de 10 sensores ubicados en el módulo de descenso, entre los cuales se incluye un taladro para la recolección de muestras y una sonda acústica para explorar la estructura que se encuentra debajo de la superficie del cometa, podrá luego comenzar directamente un estudio sin precedentes del cometa.
“Un cometa es diferente a cualquier otro cuerpo planetario en el que hayamos intentado aterrizar”, señala Alexander. “¡Hacer que Philae aterrice con éxito será un increíble logro para la humanidad!”