Gladys Arellano
El chavismo fracasó y la juventud se subleva: El pueblo venezolano quiere progreso y paz. El discurso del régimen vende su propia definición de paz sin libertad. Pero las reglas sobre la verdad dictan que sólo hay paz en libertad.
“Venezuela votó por Chávez hasta que el chavismo botó su futuro” escribe con su pluma mordaz el poeta cubano en el exilio, Camilo Venegas Yero, a quien le duele Venezuela por saber qué se siente cuando te arrebatan un país.
“La justicia social está basada en la igualdad de derechos para todas las personas y el ideal de que los beneficios del progreso económico y social sean repartidos para todo el mundo sin discriminación”, dice la declaración de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
En nombre de la justicia social, la revolución bolivariana dejó mayor igualdad en las penurias. Sustituyó los beneficios del progreso económico por la ruina económica y social. Y logró menor discriminación frente al hampa y la violencia del estado.
Hoy, los jóvenes venezolanos a quienes se les ha arrebatado su futuro libran la pelea por la libertad y el derecho a recuperar ese futuro cercenado por el chavismo.
A los jóvenes venezolanos no les queda otra alternativa que salir a la calle. Cualquier futuro es mejor que el presente que viven. Nadie tiene vocación de héroe ni de mártir. No hay agenda política que los guie, sólo el clamor de un futuro más digno.
En este país no se va a cansar de protestar el que no consigue medicina. En este país no se va a cansar de protestar el que no consigue alimento. En este país no se va a cansar de protestar el que no consigue futuro, parafraseo las potentes palabras de Miguel Pizarro uno de los líderes opositores que cobraron vida en el 2007.
El chavismo le robó todo a los venezolanos. Pero no les pudo arrebatar su dignidad. El régimen no podrá doblegar la tremenda valentía y ansias de libertad de esa juventud, porque estos jóvenes saben que si no mueren en la lucha mueren de mengua.
El fracaso del chavismo se hace mas patente desde lo simbólico cuando en las plazas de Venezuela manifestantes tumban las estatuas del comandante, y llenan de grafiti cualquier pancarta que lo invoque. ‘Los ojos de Chavez’ que tanto promocionó el madurismo, para promover la consigna “¡Aun está vivo!”, hoy en día se tachan con tinta negra llena de desprecio.
El chavismo fracasó y la juventud se subleva: El pueblo venezolano quiere progreso y paz. El discurso del régimen vende su propia definición de paz sin libertad. Pero las reglas sobre la verdad dictan que sólo hay paz en libertad.
Belleza: La dignidad de la juventud venezolana sale a las calles.
En Venezuela hay una confrontación cruelmente asimétrica. De un lado están los guardias nacionales con sus tanques de guerra, sus armas de fuego, y sobretodo su ensañamiento lleno de sadismo y maldad. Del otro lado está la juventud con sus escudos de hojalata, y cartón piedra, sus máscaras artesanales hechas en casa con botellas de agua y teipe eléctrico para protegerse contra el desproporcionado uso del gas lacrimógeno. ¡Enclenque defensa frente tanto poder y tanta maldad! Pero esos escudos simbolizan la dignidad.
La fotografía del fotógrafo, Miguel Gutiérrez, donde de un lado esta la fuerza bruta del oficialismo y del otro los jóvenes con sus escudos de hojalata es una fotografía llena de belleza. La belleza de lo terrible. Tocamos lo aterrador de ese enfrentamiento desde el ojo del fotógrafo capta de manera magistral lo terrible. Hay una belleza ética que capta la verdad de esa lucha: la dignidad de esa juventud que buscando libertad se subleva frente al yugo de la dictadura en una asimetría de fuerzas desgarradora.
A esos escudos enclenques, se les suman músicos que llevan como única arma sus instrumentos y salen a las calles a llenarlas de su virtuosismo interpretando piezas venezolanas. De un lado las armas de fuego, y del otro lado el derecho a las artes, entre estas la música.
A esos escudos enclenques, se les suma la unidad y la solidaridad cuando los jóvenes se socorren los unos a los otros, cuando se forman escuadrones de la cruz verde, estudiantes de medicina que se organizan para ayudar y servir a los caídos y los heridos.
A esos escudos enclenques, se les suma la marcha de las mujeres, llena de jóvenes guerreras que en un gesto cargado de simbolismo levantan sus “tetas” contra las escopetas; y llena también de madres dolientes y valientes, porque cuando se tiene un hijo como dice el poeta Andrés Eloy Blanco, se tiene el hijo de la casa y de la calle entera.
Hoy las calles de Venezuela se desbordan con la belleza del bien para enfrentar lo grotesco del mal.
Lo grotesco: Para mantenerse en el poder, todo vale.
En las manifestaciones, el pasado tres de mayo, cayó un joven músico de diecisiete años que sólo soñaba con su futuro y tocar su viola. Escribe un familiar: “Se llamaba Armando Cañizales Carillo y fue asesinado mientras el dictador de turno ‘echaba un pie”.
Maduro bailaba al son del cinismo mientras asesinaron al joven. El baile de maduro capta la esencia de lo grotesco. Y en lo grotesco encontramos tanto la maldad que rige las atrocidades del régimen como su desconexión con la realidad.
Se toca lo grotesco cuando la represión trasciende el límite de la calle: A finales de abril, los manifestantes preferían las cloacas del Guaire a la represión. La brutal represión aun permanecía en las calles. En mayo, la represión dispara a manifestantes en el propio rio para emboscar y hacer que éste arrastre y ahogue a los jóvenes.
Cuando la Guardia nacional arremete en la vivienda personal y la casa propia deja de ser refugio, cuando persigue adentro de las clínicas, y amedrenta a los médicos, familiares y amigos de los heridos, también se toca lo grotesco.
Cuando la represión ya no distingue entre manifestante y rescatista y agrede a todos por igual, también se toca lo grotesco.
Cuando para crear pánico en la oposición, se propaga la noticia falsa de la posible muerte de Leopoldo López, -líder de la oposición encarcelado hace cuatro años- también se toca lo grotesco.
La última forma de lo grotesco se da desde el engranaje de la maldad y el adoctrinamiento: Uno de los tentáculos del poder armado, los cuerpos del SEBIN, para sostener sus marchas cantan al unísono: «Para atravesar la maldita ultraderecha/ quisiera tener un puñal de acero/ para degollar a un maldito guarimbero»:
Guarimbero fue el término popularizado en Venezuela para la barricada violenta durante las protestas del 2014. Sin embargo, en 2017, el guarimbero, ahora significa todo el que piensa diferente. El engranaje de la maldad se hace cuerpo militar: sus miembros dejan de ser individuos y se convierten en bloque guerrero contra el “maldito guarimbero”, es decir, el otro que se ha dejado de reconocer como semejante y hay que ‘degollar’ o destruir.
Las élites dictatoriales adoctrinan el engranaje de la maldad en los tentáculos de las fuerzas armadas… y quienes están llamados por la constitución a defender el pueblo son grotescamente opresores en vez de defensores.
Bien: El agregado de Unidad y re-conocimiento con la autodestrucción.
Al contundente fracaso del chavismo, se rebela la belleza de la dignidad de la juventud que sale a la calle; pero los jóvenes enfrentan lo grotesco del mal. ¿Cuales son las salidas en esta asimetría? No sin temores, me aventuro a señalar caminos.
Del lado del pueblo, permanecer unidos y organizados. Como con sabiduría y lucidez propone el padre jesuita Luis Ugalde, no dejarse confundir ni provocar.
Del lado del régimen, dejarlos ahogarse en su violencia. La violencia del régimen juega un rol boomerang y se revierte contra si mismo:
Hoy en Venezuela, la violencia del régimen mas que doblegar a la juventud, la empodera. Por cada caído, cada herido, cada atropello, hay mas temple para permanecer en la lucha.
El cínico Maduro se está quedando aislado: Los excesos de Maduro y el desdén contra su pueblo (al que se le suma el mero hecho de que no tiene el dinero para seguir comprándolo desde las prebendas) han hecho que éste se le voltee. La brecha social entre venezolanos se redujo desde las penurias compartidas y todos los extractos demográficos se reconocen en el lado del oprimido, dándole la espalda al opresor que poco a poco se va quedando desnudo en su violencia y aislado entre sus ínfimas lealtades.
La comunidad internacional también le da la espalda al madurismo. La dictadura se quitó la careta y la comunidad internacional finalmente lo reporta, denunciando y poniendo presión sobre el régimen para escuchar el clamor de su pueblo.
La autodestrucción de régimen, también se logra desde el despertar de la conciencia entre los miembros de sus tentáculos del mal.
Muchas personas que conocieron la caída de Pérez Jiménez, llenos de sabiduría con angustia o escepticismo señalan: “Pueblo no tumba dictadura. Sólo los militares tumban la dictadura”. Hoy en Venezuela, para que los militares -al menos de los rangos inferiores- rectifiquen deben pasar por re-conocerse en el manifestante: Debe comenzar a brotar un cambio de lealtades, debe reducirse la distancia social entre las partes opuestas y abrirse espacios comunes, afinidades.
Pero del lado del pueblo, como indican los manuales de la resistencia pacífica, se debe ofrecer confianza al oponente, en este caso el guardia nacional que sigue una orden, porque solamente en ese re-conocerse podrán librarse del yugo del discurso homogeneizador que los vuelve un solo cuerpo del mal.
La líder de oposición, María Corina Machado, ha sabido ser una abanderada en este punto, buscando brindar confianza al oponente. Sistemáticamente se dirige a la Guardia Nacional y les pide re-conocerse en los manifestantes, como mujeres, madres, o venezolanas, como personas que están padeciendo los mismos males y privaciones.
Ante su apelación al re-conocerse por parte de María Corina, he visto videos donde superiores les ordenan bajar el protector de la cara de sus cascos, para evitar ese mirarse a los ojos con el adversario en una común-unión.
Al despertar de la conciencia individual entre militares, puede sumársele el despertar de la conciencia de quienes han sido cómplices.
La muerte del joven músico, Armando Cañizales tocó una fibra sensible en el director de orquesta Gustavo Dudamel. Y éste, en una declaración pública alzó su voz y le dice a Maduro: ¡Basta Ya! Dos días después, Dudamel brindó un concierto en Los Ángeles, donde expone al público la lucha que hoy se libra en Venezuela. Junto a su batuta, para muchos llena de sangre, su virtuosismo y celebridad, su voz finalmente se alza contra el régimen, llegando a todas las élites del planeta.
Mientras que el régimen termine de autodestruirse y sigan habiendo brotes de conciencia individual que se sumen a la lucha, la dignidad de los jóvenes venezolanos seguirá llenando todas las calles de Venezuela. La verdad, la belleza y el bien se revela contra el chavismo y clama bienestar y libertad.
Vía Diario Las Américas.