El gobierno de Venezuela se puede considerar una dictadura desde que su tribunal constitucional se autorizó a sí mismo a aprobar la Ley de presupuesto. A la luz de su previa “jurisprudencia”, con eso se otorgó a sí mismo las funciones del legislativo electo que declaró en desacato permanente. A efectos prácticos el poder legislativo dejó de existir. El problema de los socialistas es que el gobierno de fuerza no lo usan para circunstancias extraordinarias, porque es su objetivo totalitario permanente, la excepción es su normalidad, y se ven en la necesidad de justificarla negando la realidad.
Una peculiaridad del socialismo, que se deriva de su vocación totalitaria y “moralidad” retorcida, es usar leyes y tribunales para sus crímenes; dictaduras autoritarias pueden permitir un amplio grado de independencia judicial, son regímenes de excepción que se prolongan y como tal actúan, el socialismo no puede, su excepción es permanente y total por lo que la complicidad no se limita a “ver a otro lado”, exige participar..
La “moral” socialista –o su “ética” revolucionaria– es utilitaria al extremo. Su fin, el totalitarismo revolucionario, no piensen que justifica los medios –frase mal atribuida a Maquiavelo– en el sentido de que su fin sería tan “bueno” que justificarían los medios más abyectos y despreciables para alcanzarlos. Es más profundo, Creen que todo lo que sirve a la revolución es bueno, no es “malo pero justificable”, sino realmente bueno, moral, justo y loable por ser revolucionario; en tanto que todo lo que se opone a la revolución es malo, inmoral y condenable. Para la torcida mente del fanático resentido, el robo, asesinato, violación, tortura y corrupción, son virtudes cuando sirven a la revolución, mientras la verdad, la justicia, el progreso y la paz son vicios si se le oponen. Fundada en la justificación de un anti civilizatorio vicio ancestral del hombre, la envidia, únicamente puede producir lo que produce: destrucción material y moral
Todo socialista parte de la justificación de la envidia como axioma moral y de la negación de la realidad como método de pensamiento y acción. La diferencia entre el socialista revolucionario y el socialista moderado es que para el segundo la moral tradicional existe, es moral y debe torcerla para un fin antisocial inviable, el socialismo –por eso se moderan en algo por la moral común, sin renunciar al imposible, negando moderadamente la realidad– mientras para el socialista revolucionaria no hay bien fuera de la revolución, ni moral, ni nada. Todo lo que la retrase –pues la consideran inevitable y predestinada por fuerzas místicas infalibles– lo exterminarán cuanto las condiciones objetivas lo permitan. Entre tanto, deben instrumentalizarlo contra sí mismo, creen los revolucionarios con la fe fanática cocinada al fuego de su resentimiento envidioso. Y a esa luz podemos entender los objetivos y prever con alguna verosimilitud las estrategias de los dos bloques socialistas enfrentados en Venezuela.
La dictadura que no admite lo que es
El objetivo de corto plazo de un gobierno que finalmente asume la dictadura –de forma tan peculiar y leguleya como para permitir a sus aliados y propagandistas locales y globales insistir en que no es una dictadura– es afianzarla y superar la fragilidad inherente al momento delicado de la ruptura.
En el caso de Venezuela, el socialismo en el poder hace lo que hace por una circunstancia ordinaria de cualquier democracia, que para ellos es la autentica emergencia y excepción. El rechazo popular a su gobierno es tan mayoritario que les hace imposible ganar una elección mediante el empleo de toda la maquinaria y recursos del Estado al servicio del partido. Ya habían perdido elecciones importantes, pero a escala regional, anulando inconstitucionalmente autoridades electas al quitarles funciones y recursos, para nombrar autoridades ad hoc a las que dotar de las funciones y recursos incautados. Así actuaron al perder electoralmente todo un poder del Estado, el Legislativo, y era previsible, pero el socialismo opositor no lo previó porque admitir la realidad los confunde, y no es para menos, pues cuando ven garantizada la victoria en cualquier elección, comienzan a entender que eso los aleja más y más del poder en lugar de garantizárselos.
Especularé que en lo de encontrar una forma de elección que puedan ganar no tienen todavía una solución clara. Retrasan, ganan tiempo, y ven como replantearse el terreno electoral. De momento, su única salida es no hacer elecciones. Podrían reprimir, ilegalizar y perseguir a la oposición a la que permiten participar en unas futuras elecciones regionales muy retrasadas, o podrían sacarse del bolsillo una oposición ad hoc para el papel de perdedor bien pagado. No lo tienen claro y ganan tiempo mientras buscan la forma de instrumentalizar o exterminar a todo “enemigo de la revolución”.
La otra parte necesitaría forzar al gobierno a elecciones que ganaría sin duda, y evitar que tras perderlas retenga el poder de hecho. Su problema, que pasa a ser inevitablemente el de la abrumadora mayoría que rechaza a quienes están en el poder, es que dialogar con quien quiere exterminarte, y no renunciará a ese objetivo, exige una estrategia para neutralizarlo que no sea el pensamiento mágico.