Ya se sabe que el diálogo fue un invento de Maduro, y en un momento en que, vivir con el 80 por ciento de los venezolanos en contra, y protestando en las calles, le resultaba, literalmente, irrespirable.
Lo que no está claro es por qué la Iglesia Católica, y en particular la Santa Sede, se involucró en el diálogo, justamente, en el momento en que más lo necesitaba Maduro, y no después, cuando pudo precisarlo la oposición.
Tampoco puede explicarse la razón por la cual la MUD permitió que, fuera el gobierno debilitado y en caída libre de Maduro, el principal promotor y beneficiario del diálogo y no la oposición, que vivía un momento estelar y representa de manera abrumadora a los venezolanos.
De todas maneras, lo más incomprensible resulta por qué la MUD decidió suspender el juicio político en la Asamblea Nacional a Maduro, y sobre todo, una programada durante semanas marcha a Miraflores, simplemente, por qué lo exigió el gobierno y sin pedir nada a cambio.»
Están, por ejemplo, más de 100 presos políticos en las cárceles venezolanas, sin el debido proceso y privados de libertad por delitos de conciencia y se perdió la oportunidad de que, por los menos, si no la mitad, una tercera parte volviera a sus casas como producto de una medida, de un gesto del gobierno, a raíz del inicio del diálogo.
Días los de este fin de semana, entonces, para esperar, pero en absoluto un milagro que le permita a la oposición recuperar el tiempo perdido, sino para denunciar el fraude que se le ha hecho al país, denunciar sin miedo a quienes han participado por culpables o inocentes en el mismo y llamar de nuevo al pueblo a que continué en la batalla por recuperar la democracia y sin permitir más desvíos con diálogos, prediálogos o contradiálogos.
Necesario es repetirlo otra vez: de una dictadura comunista no se pueda esperar sino la paz de los sepulcros.