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Luis Eladio Pérez, embajador de Colombia en Venezuela, dio ayer a la emisora “W Radio” del vecino país una entrevista importantísima que, espero, hayan oído las autoridades nacionales y los comunicadores y formadores de opinión que se preocupan de conocer los “sucesos que fueron” y no de los “debieron ser”. Lo primero que soltó el también famoso exsecuestrado que compartió el cautiverio con Ingrid Betancourt, es que Leyva Padilla Mendoza, alias “El Colombia” -a quien el gobierno de Maduro acusa de capitanear una pandilla de paramilitares que asesinó a Robert Serra-, no es colombiano, sino muy venezolano, puesto que había nacido en algún lugar del territorio nacional, aunque, de padres colombianos.
Todo lo cual derrumba la tesis de que un feroz militante del ejército que comandó el difunto Carlos Castaño -o cualquier otro bandido que le sucedió-, ahora bajo las órdenes de Álvaro Uribe, fue quien se trasladó a Caracas a ejecutar la ominosa acción.
“El Colombia”: delincuente, pran, secuestrador, cobrador de vacuna, atracador, asesino, y por muchos otros delitos sentenciado a purgar condena de más de 20 años en la Cárcel de El Rodeo.
De ahí se fugó o fue indultado por la “Madre Teresa de los Privados de Libertad”, la ministra Valera, evidentemente que no a convertirse en monje de clasura, sino a continuar delinquiendo.
Lo que extraña es que, la recién nombrada ministra del Interior, la Almirante Meléndez, ignore todos estos detalles y salga a dar una rueda de prensa donde informó a la opinión que el gobierno de Maduro se preparaba a pedir la “extradición” de “El Colombia”, un venezolano, cuando lo más expedito era exigir su deportación.
Pero el incidente sirve para aclarar el asesinato de Serra que, definitivamente, fue por motivos pasionales, y por el desarrollo de una intrincada historia de celos que prometo contar en otra ocasión y no ahora que agote el espacio de esta columna.