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Ya se sabe que en una revolución, como en una guerra, el primer muerto es la verdad, pero confieso que, cuando tal deceso alcanza a los índices que describen el comportamiento de la economía, puede augurarse una cadena de desgracias que no conducen sino a la hambruna. Ya hay hambre en Venezuela ¿quién lo niega?…pero podía estimarse que, mientras hubiese un Banco Central que le dijese a los venezolanos lo que pasaba con la economía, había esperanza… esperanza de que en algún momento surgirían las políticas que nos devolverían del abismo a que nos lleva este desastre.
Esa esperanza murió ayer, con un Banco Central de Venezuela, BCV, mintiendo descaradamente sobre el índice de inflación anual que, puede calcularse conservadoramente en un 100 por ciento, pero que ya el presidente del máximo instituto emisor, Nelson Merentes, fijó en menos de la mitad.
Ubiquémosnos en el centro de la tragedia y sintamos todo el peso de la gravedad que representa para el presente y futuro del país, con un Nelson Merentes inventando una metodología de cálculo para complacer a Maduro y que será para mentirse ellos mismos, y no para que dentro, ni fuera de Venezuela, haya quien crea tan groseras imposturas.
No señor Maduro, no señor Merentes, no señor Ramírez, no señor Cabello, no señor Giordani…ustedes son autores de un fracaso que por casi 100 años se creyó imposible: quebrar a un país petrolero que, además, acababa de pasar por un ciclo alcista de los precios del crudo y llevarlo a tal grado de bancarrota que está a un paso del default.
Hazaña que ya los tiene incluidos en lo que será un capítulo de consulta obligada en el “Libro de Récord Guinness”, porque es difícil que vuelva a repetirse.
Y con tal proeza…¡olvídense!…no hay maquillaje de los índices del BCV que valga.